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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> Laberinto—¡Has matado a mi becaria! —chilló Kelli—. ¡Necesitas una buena lección deauténtico espíritu esco<strong>la</strong>r, mestizo!También el<strong>la</strong> empezó a transformarse. Su pelo áspero se convirtió en unatemblorosa l<strong>la</strong>marada. Sus ojos adquirieron un fulgor rojizo y le crecieron unostremendos colmillos. Caminó hacia nosotros a grandes zancadas, aunque el pie decobre y <strong>la</strong> pezuña de burro golpeaban el suelo con un ritmo irregu<strong>la</strong>r.—Soy una empusa veterana —refunfuñó— y ningún héroe me ha vencido en mi<strong>la</strong>ños.—¿Ah, sí? —respondí—. ¡Entonces ya va tocando!Kelli era más rápida que Tammi. Esquivó con un quiebro el primer tajo que le<strong>la</strong>ncé y rodó por <strong>la</strong> sección de los metales, derribando con monumental estruendotoda una ristra de trombones. Rachel se apartó a toda prisa. Me situé entre el<strong>la</strong> y <strong>la</strong>empusa, que había empezado a dar vueltas a nuestro alrededor sin perdernos de vistani a mí ni a mi espada.—Una hoja tan hermosa... —dijo—. ¡Qué lástima que se interponga entre nosotros!Su forma vibraba y retemb<strong>la</strong>ba de tal manera que por momentos parecía undemonio y otras veces una animadora. Procuré mantener <strong>la</strong> concentración, perodebía esforzarme mucho para no distraerme.—Pobre muchacho —dijo Kelli con una risita—. Ni siquiera sabes lo que pasa,¿verdad? Muy pronto tu pequeño y precioso campamento arderá en l<strong>la</strong>mas y tusamigos se habrán convertido en esc<strong>la</strong>vos <strong>del</strong> señor <strong>del</strong> Tiempo. Y tú no puedes hacernada para impedirlo. Sería un acto de misericordia acabar con tu vida ahora, antes deque tengas que presenciarlo.Oí voces procedentes <strong>del</strong> pasillo. Se acercaba un grupo que estaba haciendo <strong>la</strong>visita a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>. Un profesor hab<strong>la</strong>ba de <strong>la</strong>s taquil<strong>la</strong>s y <strong>la</strong>s combinaciones paracerrar<strong>la</strong>s.Los ojos de <strong>la</strong> empusa se iluminaron.—¡Estupendo! Tenemos compañía.Agarró una tuba y me <strong>la</strong> <strong>la</strong>nzó con fuerza. Rachel y yo nos agachamos justo antesde que el instrumento pasara vo<strong>la</strong>ndo por encima de nuestras cabezas e hiciera trizasel cristal de <strong>la</strong> ventana.Las voces <strong>del</strong> pasillo enmudecieron en el acto.—¡Percy! —gritó Kelli, fingiendo un tono asustado—. ¿Por qué has tirado eso?Me quedé demasiado estupefacto para responder. La falsa animadora tomó unatril, lo agitó en el aire y se llevó por de<strong>la</strong>nte una fi<strong>la</strong> entera de f<strong>la</strong>utas y c<strong>la</strong>rinetes,que cayeron junto con <strong>la</strong>s sil<strong>la</strong>s y armaron un tremendo escándalo.—¡Basta! —grité.~16~

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