10.07.2015 Views

4-la-batalla-del-laberinto

4-la-batalla-del-laberinto

4-la-batalla-del-laberinto

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> Laberintoparaba de mirar hacia el bosque, como si estuviera pensando en el problema deGrover con el consejo. No podía culpar<strong>la</strong>, <strong>la</strong> verdad. A Grover no se le veía porningún <strong>la</strong>do. Me sentía fatal por él. Encontrar al dios Pan había sido el objetivo detoda su vida. Su padre y su tío habían desaparecido persiguiendo ese mismo sueño.El invierno anterior, Grover había oído una voz en el interior de su cabeza: «Teespero.» Estaba seguro de que era <strong>la</strong> voz de Pan, pero al parecer su búsqueda nohabía dado resultado. Si el consejo le retiraba su permiso de buscador, quedaríadestrozado.—¿Cuál es «<strong>la</strong> alternativa»? —le pregunté a Annabeth—. La que mencionóC<strong>la</strong>risse.Mi amiga tomó una piedra y <strong>la</strong> <strong>la</strong>nzó con destreza para que rebotara por <strong>la</strong>superficie <strong>del</strong> <strong>la</strong>go.—Una cosa que descubrió el<strong>la</strong>. Yo <strong>la</strong> ayudé un poco esta primavera. Pero seríamuy peligroso. Sobre todo para Grover.—El niño cabra me da miedo —murmuró Tyson.Lo miré sin poder creerlo. Tyson se había enfrentado con toros que escupían fuegoy con gigantes caníbales.—¿Por qué te da miedo?—Pezuñas y cuernos —musitó, nervioso—. Y el pelo de cabra me da picor en <strong>la</strong>nariz.Y en eso consistió toda <strong>la</strong> conversación sobre Grover.* * *Antes de cenar, Tyson y yo bajamos al ruedo de arena. Quintus pareció alegrarsede tener compañía. Aún no quería decirme qué había en los cajones de madera, perome enseñó un par de trucos con <strong>la</strong> espada. Sabía un montón. Combatía tal comoalgunas personas juegan al ajedrez: haciendo un movimiento tras otro sin quepudieras prever qué se proponía hasta que daba el último toque y te ponía <strong>la</strong> espadaen <strong>la</strong> garganta.—Buen intento —me dijo—, pero tienes <strong>la</strong> guardia muy baja.Me <strong>la</strong>nzó un mandoble y yo lo paré.—¿Siempre se ha dedicado a <strong>la</strong> espada?Desvió el tajo que le había asestado.—He sido muchas cosas.~33~

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!