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SUMARIO - Editorial Sal Terrae

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716 PEDRO JOSÉ GÓMEZ SERRANOcircuncisión o las prescripciones rituales hebreas en torno a la comida,Pablo le corrigió fraternalmente. Ocurrió tanto en el denominado «Conciliode Jerusalén» (Hch 15,1-19), como en el «incidente de Antioquia»(Ga 2,12-14). Llama la atención su capacidad para aunar dos actitudesmuy escasas hoy en día en el ámbito eclesial, pero absolutamente necesariaspara su renovación: a) la capacidad de decir con valentía y sin tapujosuna palabra crítica cuando ciertos comportamientos no sintonizabancon el Evangelio; y b) la búsqueda paciente de la comunión a travésdel diálogo, la oración y la negociación, ejerciendo la labor de «lealoposición» que acepta con fidelidad el ministerio de comunión dePedro, pero sin renunciar a expresar la propia perspectiva.A mi modesto parecer, en nuestra comunidad eclesial predominanhoy otros comportamientos mucho más dañinos: el miedo a la autoridady la tendencia a halagarla reforzando sumisamente sus posiciones;la propensión a acallar a los disidentes; el hecho de confundir el temoral conflicto –que es, de entrada, sano y necesario para buscar alternativasa las situaciones bloqueadas– con la defensa de la comunión y lapaz; la proliferación del cotilleo y de la crítica a espaldas de los responsables(lo que genera climas enfermizos de amargura y desilusión),por falta de coraje para dialogar; el aislamiento de cada grupo en suburbuja autosuficiente; la tendencia a distanciarse en silencio, afectivay efectivamente, de los pastores y sus iniciativas pastorales, o de éstosrespecto de las comunidades concretas; la práctica de la autocensura o,por el contrario, de la hipercrítica; etc. Resulta obvio que todos estoscomportamientos, incapaces de afrontar evangélicamente el conflicto,impiden avanzar y crecer a la Iglesia.Por todo ello, me parece oportuno recordar las palabras de BenedictoXVI cuando aún era el teólogo Joseph Ratzinger: «La verdaderaobediencia no es la obediencia de los aduladores, que evitan todo choquey ponen su intangible comodidad por encima de todas las cosas.Lo que necesita la Iglesia de hoy y de todos los tiempos no son panegiristasde lo existente, sino hombres en quienes la humildad y la obedienciano sean menores que la pasión por la verdad; hombres que dentestimonio a despecho de todo ataque y distorsión de sus palabras» 8 .8. RATZINGER, Joseph, El verdadero pueblo de Dios, Herder, Barcelona 1972,p. 293.sal terrae

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