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SUMARIO - Editorial Sal Terrae

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«LOS MANDAMIENTOS»789una rémora del pasado. Se propone una espiritualidad sin mandamientopara un mundo sin religión. Pero así no se responde a la cuestión querecorre este artículo de principio a fin: ¿cómo puede pervivir y sercompartida una experiencia espiritual si no es objetivada de alguna manera?¿Cómo evitar que esa experiencia se diluya sin una instancia objetivaque le sirva de estímulo y de contraste? ¿No necesitamos reivindicarde forma creíble el sentido positivo y hasta cierto punto necesariodel mandamiento?¿Quién, sino el mandamiento, le dice al espíritu cuáles son sus límitesy cuál su horizonte? ¿Quién, sino el mandamiento, es la instanciacrítica capaz de desenmascarar un espiritualismo que, so pretextode buscar a Dios, acaba buscándose a sí mismo? ¿Quién, sino el mandamiento,le puede dar a la espiritualidad esa dimensión comunitaria ycelebrativa que la aleje por igual del solipsismo y del elitismo? ¿Quién,sino el mandamiento, le enseña a la espiritualidad que, por mucho quedeseemos ver a Dios, lo primero y principal es aprender a escucharlo?¿Quién, sino el mandamiento, le recuerda a la espiritualidad que esetrayecto que nos acerca a Dios lo inició él mucho antes de que nosotrosnos pusiéramos tímidamente en camino?En esta línea, os propongo esta reflexión de un célebre sabio judíode nuestro tiempo:«No existe el misticismo en abstracto, es decir, un fenómeno o experienciaindependiente de otros fenómenos religiosos. No existeun misticismo químicamente puro, sino el misticismo de un sistemareligioso en particular: misticismo cristiano, musulmán, judío...y así sucesivamente. La muy difundida idea del místico comoun anarquista religioso que no siente ninguna lealtad ni compromisohacia su religión no está confirmada por la historia. Éstademuestra, en realidad, que los grandes místicos fueron fieles discípulosde las grandes religiones» (Gershom Scholem).Por «fieles discípulos» no debemos entender aquí «seguidores ciegosy aborregados», sino todo lo contrario: personas a quienes la religiónha dado alas y personas para las que el mandamiento ha producidosu más preciado fruto, a saber, la auténtica libertad. Porque eso eslo que hace el mandamiento: libera a quien lo guarda; lo libera de losotros ídolos que exigen sumisión; lo libera para el bien, para la justiciay para el amor, las únicas prescripciones que, en lugar de someterte, tehacen más libre.sal terrae

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