Benedetti, Mario - Letras del continente mestizo

la última palabra que pronuncia Munguía, el inspector,es sintomáticamente: "Nada". ¿Es acaso lo que Leñeroespera del México cercano, del México inmediatamentefuturo? La verdad es que, en esa última página, elinspector pone su mano en el hombro de un sorpresivopersonaje, pero el novelista no deja que el lector asistaal inminente diálogo: la novela concluye en ese prolegómeno.Una vez admitida la encandilante maestría del novelistapara armar y desarmar su mundo ante la estupefactamirada del lector, puede señalarse que es precisamenteen ese dominio formal donde reside el riesgomayor que, como artista, corre Leñero. La preocupaciónque, sin duda, tiene este autor por su México, quedaen el horizonte como una lejana y congelada presencia.Quizá su compatriota Carlos Fuentes, o el peruano Var·gas Llosa, o el paraguayo Roa Bastos, no sean tan minuciososy cabales constructores como Leñero, pero ladolorida imagen de su medio, la trágica dimensión desus respectivas realidades latinoamericanas, tiene unafuerza comunicativa, un avasallante impulso lírico, unramalazo de tangible magia, que compensan con crecesel menoscabo de toda otra euritmia, de toda otra intachabilidadformal. En lo que me es personal, antesque un testigo ultramontano prefiero aquellos novelistasque están afirmados, con uñas y dientes, en el huesocentral y decisivo de sus ficciones, esos que sienten encarne propia las recuperaciones y los derrumbes de suscriaturas.Pero reconozco que la novela latinoamericanano ha de construirse sólo con los intensos. También hande participar, también han de aportar su cuota los impertérritos.En trance de leer a uno de éstos, por supuestoprefiero que escriba y construya tan impecablementecomo Vicente Leñero.(1965)236