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competidores, pero no como «superior» e «inferior». Al menos<br />
ésa es la meta.<br />
<strong>La</strong> realidad es que estas relaciones nos dan bastantes problemas.<br />
Los padres o las instituciones profesionales se inclinan a<br />
veces a servir las necesidades del donante en lugar de las de la<br />
parte inferior (por ejemplo, las escuelas pueden acabar sirviendo<br />
a los profesores o administradores en lugar de a los alumnos). O<br />
bien la persona inferior puede aprender a ser un mejor «inferior»,<br />
en lugar de hacer el viaje desde la inferioridad a la plenitud.<br />
En conjunto, no hemos encontrado formas realmente buenas<br />
de llevar a cabo la tarea central: fomentar el movimiento de<br />
desigual a igual. No tenemos una teoría ni una práctica adecuada<br />
de la crianza y educación de los hijos. Tampoco tenemos conceptos<br />
que funcionen bien en otras relaciones desiguales denominadas<br />
«de ayuda», tales como la curación, la reinserción de delincuentes<br />
y la rehabilitación. Oficialmente decimos que queremos<br />
hacer este tipo de cosas, pero solemos fracasar.<br />
Nos causa muchos problemas decidir qué derechos «permitirle»<br />
a la parte inferior. Nos preocupamos acerca de cuánto<br />
poder debe tener. ¿Qué parte de su percepción puede expresar o<br />
llevar a la práctica cuando difiere claramente de la de su superior?<br />
Sobre todo, nos causa una gran dificultad mantener el<br />
concepto de la persona inferior como alguien con el mismo<br />
valor intrínseco que su superior.<br />
Un punto crucial es que el poder es un factor fundamental<br />
en todas estas relaciones. Pero el poder por sí solo no basta.<br />
Existe y ha de ser tenido en cuenta, no negado. Los superiores<br />
mantienen todo el poder real, pero éste no realizará la tarea por<br />
sí solo. No conducirá la parte desigual a la igualdad.<br />
Nuestros problemas con estas relaciones pueden provenir<br />
del hecho de que se dan en el seno de un segundo tipo de<br />
desigualdad que tiende a aplastar las formas en las que aprendemos<br />
a operar en el primero. Este segundo tipo moldea la forma<br />
en que percibimos y conceptualizamos lo que hacemos en el<br />
primer tipo -más básico- de relación.<br />
El segundo tipo de desigualdad nos enseña cómo imponer