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En psicoterapia las mujeres pasan mucho más tiempo que<br />
los hombres hablando de dar. Constantemente se enfrentan a<br />
interrogantes sobre ello. ¿Estoy dando lo suficiente? ¿Puedo dar<br />
lo suficiente? ¿Por qué no doy lo suficiente? Es frecuente que<br />
tengan profundos temores sobre lo que esto debe significar<br />
respecto a ellas. Se alteran si creen que no dan. Se preguntan<br />
qué pasaría si dejaran de dar, si dejaran de tenerlo en cuenta.<br />
<strong>La</strong> idea les asusta, y las consecuencias son demasiado temibles<br />
como para considerarlas. Fuera del entorno clínico, la mayoría<br />
de mujeres ni siquiera se atreve a plantearse esa posibilidad.<br />
Por el contrario, la pregunta de si está dando o no lo<br />
suficiente no forma parte de la autoimagen del hombre. Pocos<br />
de ellos sienten que dar sea un tema de importancia en su lucha<br />
por la identidad. Les preocupa mucho más «hacer». ¿Soy un<br />
hombre de acción? ¿Doy la talla de alguien que hace cosas? Si<br />
bien el resultado del trabajo puede revertir en la economía<br />
familiar, esta forma de dar tiene connotaciones diferentes. No<br />
es una parte integrante de la autoimagen por la que lucha un<br />
hombre. <strong>De</strong> hecho, ser visto como dando demasiado es una<br />
especie de humillación y significa que uno es demasiado<br />
blando.<br />
A este respecto, igual que en referencia a la debilidad y a la<br />
vulnerabilidad, creo que muchos hombres están deseando poder<br />
dar más de sí mismos. Es más, conozco a muchos adolescentes<br />
que estarían encantados de poder hacerlo, pero no encuentran<br />
una forma de que contribuya a su sentido de la<br />
identidad. Para el hombre, dar es claramente un lujo añadido,<br />
que se le permite sólo después de haber satisfecho las exigencias<br />
primordiales de la masculinidad.<br />
<strong>La</strong> distribución asimétrica de las posibilidades humanas de<br />
dar lleva a muchas complicaciones. Un ejemplo interesante se<br />
produce en el área del sexo. Incluso aunque no se pueda admitir<br />
en estos tiempos de la llamada «revolución sexual», muchas<br />
jóvenes aún sienten que, al tener relaciones sexuales con un