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Cómo funciona la afiliación<br />
Todas las mujeres mencionadas ejemplifican el papel que<br />
juega para ellas la afiliación con los demás. Vemos los tipos de<br />
problema que se pueden producir cuando todas estas afiliaciones,<br />
tal como las hemos descrito, se basan en el modelo básico<br />
dominio-subordinación.<br />
<strong>De</strong> acuerdo con la teoría psicológica, las mujeres descritas<br />
antes podrían categorizarse como «dependientes» (con «excesiva»<br />
necesidad de otros) o inmaduras en varios sentidos (no<br />
desarrolladas más allá de una cierta etapa de separación e<br />
individuación o carentes de autonomía). Yo sugeriría que, si<br />
bien se enfrentan a un problema que les preocupa mucho, éste<br />
parte del papel dominante que han jugado las afiliaciones en su<br />
vida. <strong>De</strong> hecho, a la mujer se la «castiga» por haber convertido<br />
la afiliación en el tema central de su existencia.<br />
Todos iniciamos la vida muy vinculados a las personas que<br />
nos rodean. A los hombres, a los niños, se les anima a salir de<br />
este estado de su existencia en el que ellos y su destino se<br />
encuentran íntimamente entretejidos con las vidas y el destino<br />
de otras personas. A las mujeres se las anima a permanecer en él<br />
y, a medida que crecen, a transferir su apego a una figura masculina.<br />
A los niños se les recompensa por desarrollar otros aspectos<br />
de sí mismos. Estos factores -el poder o las destrezas- van<br />
desplazando gradualmente en importancia a las afiliaciones, y<br />
al final las superan. No hay duda de que la mujer también se<br />
desarrolla y cambia. Sin embargo, este desarrollo no desplaza al<br />
valor del apego a los demás. Lo que sugiero es que los parámetros<br />
del desarrollo femenino no son los mismos que los del<br />
masculino, y que no se aplican los mismos términos. <strong>La</strong> mujer<br />
puede estar muy desarrollada y seguir concediendo gran valor a<br />
las afiliaciones.<br />
Una vez más nos encontramos con que las mujeres han de<br />
hipotecar toda su vida para ser las «portadoras» de la necesidad<br />
básica de comunión humana. Los hombres pueden permitirse