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ien no siempre era capaz de enfrentarse a su jefe o a sus colegas<br />
de esta forma tan directa, tras «consultarlo con la almohada»<br />
podía imaginar la manera de manejar casi cualquier situación. En<br />
los últimos tiempos, sin embargo, Doris había empezado a tener<br />
la sensación de que su marido toleraba mal su expresividad, que<br />
la trataba con condescendencia; si bien él nunca expresaba tales<br />
sentimientos en palabras. Esto la molestaba especialmente pues<br />
ella creía que lo sostenía a él en varios sentidos.<br />
Una noche, después de una jornada particularmente dura<br />
con sus colegas, le estaba diciendo a su marido lo trastornada<br />
que estaba.<br />
El escuchó unos diez minutos. Ese es su límite. Entonces dijo,<br />
«Venga, no dejes que esos bastardos te alteren». Ese es el tipo de cosa<br />
que sospechaba. Parece positivo, y un apoyo. Pero en realidad significa,<br />
«Cierra la boca. Ya he oído bastante». Normalmente lo dejo aquí. Pero<br />
esta vez no pude. Me puse a coser un rato y le dije lo que pensaba. Al<br />
principio puso excusas, «Se estaba haciendo tarde». Incluso dijo algunas<br />
cosas halagüeñas como, «Sólo intentaba decir que, por supuesto,<br />
tenías razón». Esa hubiera sido otra ocasión para dejarlo correr. Pero le<br />
dije que creía que eran excusas; que creía que lo que quería decir es que<br />
no podía soportar que yo expresara mis sentimientos de esa forma.<br />
Tras unos diez minutos lo admitió, «Pues sí, ya había oído bastante».<br />
Incluso eso era un gran avance, porque no suele desdecirse. Le<br />
gusta tener razón siempre, por lo que le es muy difícil admitirlo.<br />
Entonces hablamos mucho de ello. Y, de alguna forma, la cosa quedó<br />
clara. Me sentí bien y pude dormir un poco. [Uno de los problemas de<br />
Doris era el insomnio.]<br />
En el pasado, estas cosas siempre me daban una especie de permiso<br />
para ir por ahí sintiéndome maltratada. Estaba de mal humor unos<br />
cuantos días, sentía que habían abusado de mí, y actuaba como una<br />
hipócrita. No ante todo el mundo, sólo ante él. El recibía el mensaje y<br />
se mostraba muy agradable conmigo unos días, y todo parecía ir bien.<br />
Pero las cosas nunca se destapaban. Esta vez no acabé sintiéndome<br />
hipócrita. Fue algo mejor que eso.<br />
[El diálogo siguiente tuvo lugar entre Doris y yo.]<br />
«¿Cómo te sentiste al hacer eso?»<br />
«Asustada, muy asustada.»<br />
«¿<strong>De</strong> qué?»<br />
«<strong>De</strong> su ira.»<br />
«¿Tanto?»