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que debe ser maltratada y degradada.) El resultado de tal proceso<br />
es el de impedir al hombre que integre completamente tales<br />
áreas en su propia vida. Estas partes de la experiencia han sido<br />
apartadas del terreno del intercambio franco y abierto y relegadas<br />
cada vez más a un terreno fuera de la conciencia completa,<br />
en el que adoptan todas clases de atributos aterrorizantes. Dado<br />
que la mujer ha sido menos capaz de manifestar su experiencia<br />
y sus preocupaciones que el hombre, no ha podido reintroducir<br />
esos elementos en el intercambio social normal.<br />
Hemos afirmado que nuestra tradición cultural ha acentuado<br />
ciertas potencialidades humanas, y lo hemos considerado<br />
muy importante. Quizás inicialmente estas capacidades relativas<br />
a «administrar» y superar los riesgos percibidos en el entorno<br />
físico parecieron menos valiosas. Sea cual sea su origen, se<br />
convirtieron en muy valoradas y fueron elaboradas por las<br />
culturas dominantes. Tenían que cultivarse a cualquier precio;<br />
las tendencias que interferían con ellas habían de ser apartadas<br />
y domesticadas o «dominadas».<br />
Los aspectos que parece más necesario dominar son aquellos<br />
que se perciben como incontrolables o como pruebas de<br />
debilidad e indefensión. Aprender a dominar la pasión y<br />
la debilidad resulta ser una de las tareas más importantes para<br />
hacerse un hombre. Pero la sexualidad, precisamente debido a<br />
su prevalencia y al intenso placer que procura, puede convertirse<br />
en un área amenazadora, en algo que socave los controles<br />
cuidadosamente desarrollados. Igual de amenazador resulta el<br />
terreno de las «relaciones objetales», es decir, la implicación<br />
intensa con personas de ambos sexos. <strong>De</strong> hecho, los hombres se<br />
sienten fuertemente atraídos hacia otras personas, sexualmente<br />
y en un sentido emocional más completo; pero han erigido<br />
potentes barreras en contra de esta atracción. Y creo que aquí<br />
reside la mayor fuente de su miedo: que la atracción les reduzca<br />
a una masa o estado indiferenciado gobernado por la debilidad,<br />
la vinculación emocional y/o la pasión, y que pierdan así su<br />
ansiada y bien merecida condición de hombría. Esta amenaza,<br />
creo, es la más intensa de las que plantea la igualdad, pues no se