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Fuera del «mundo real»<br />
Puede parecer que lo que estoy diciendo es que las mujeres<br />
tienen todas las virtudes y pueden, o deben, salir a salvar el<br />
mundo. No se trata de eso, desde luego. Lo que digo es que es<br />
obvio que la experiencia humana se ha dividido en dos; y no<br />
precisamente por la mitad sino de forma un tanto sesgada. Una<br />
de las partes, la correspondiente a las mujeres, se ha devaluado<br />
y tratado casi como si no existiera o sólo fuera importante para<br />
ellas. Por supuesto, se trata de una parte «esencial» -todo el<br />
mundo sabe que alguien ha de criar a los hijos, y todo el mundo<br />
quiere que alguien se haga cargo del bienestar corporal y la<br />
«necesidad inferior» del sexo-. Todo varón desea que alguien le<br />
cuide cuando está enfermo o incapacitado.<br />
Todas esas cosas, que son las que se permite hacer a la<br />
mujer, están en cierto sentido aisladas de la vida de nuestros<br />
tiempos. El lugar de la mujer se halla fuera de la acción en<br />
progreso. Cuidar a los ancianos y a los enfermos es ocuparse<br />
de los que están temporal o definitivamente retirados; criar a<br />
los niños es ocuparse de los que no participan aún de la<br />
acción principal. <strong>La</strong>s mujeres incluso se cuidan de los que<br />
participan de la acción principal en las horas del día en<br />
que no lo hacen; es decir, aportan cuidados y comodidad al<br />
varón fatigado cuando llega a casa por la noche. <strong>La</strong> otra<br />
función de las mujeres -la producción biológica de la próxima<br />
generación- resulta sumamente esencial, pero también<br />
las ubica fuera de la acción de su generación. Esta es una de<br />
las circunstancias a las que se refieren las mujeres cuando