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Manuel Sánchez Mármol - Universidad Juárez Autónoma de Tabasco

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Obras Completas. Ensayos, Artículos, Prólogos y Discursos<br />

la mutilación <strong>de</strong> la patria, a la que tan gran<strong>de</strong> alma no podría<br />

sobrevivir.<br />

De otro Cuevas, <strong>de</strong> don Luis Gonzaga, hay que hacer<br />

men ción. Partidario <strong>de</strong> la paz, fue uno <strong>de</strong> los que la signaron<br />

en Guadalupe, por irónico sobrenombre, Hidalgo. Conspicuo<br />

miembro <strong>de</strong>l partido tradicionalista, como orador perteneció<br />

a la escuela doctrinaria y <strong>de</strong>jó reputación <strong>de</strong> hombre recto y<br />

<strong>de</strong>sinteresado.<br />

Viene ahora nuestro gran poeta, don Guillermo Prieto.<br />

Pasado ya el período en que, ora en el periodismo, en el <strong>de</strong>stierro<br />

o en la tribuna, y hasta en la cárcel misma, luchó sin tregua ni<br />

miedo por las liberta<strong>de</strong>s públicas y los gran<strong>de</strong>s intereses <strong>de</strong> la<br />

civilización, retirado a su tienda, como el héroe griego, escuchaba<br />

el estrépito <strong>de</strong> los <strong>de</strong>bates sin terciar en ellos; más si a oídos llegaba<br />

un aserto, una frase, un concepto que en algún modo lastimara<br />

la integridad <strong>de</strong>l credo liberal, allí saltaba, en aquel punto se<br />

entraba en la pelea, y era <strong>de</strong> oírle, balbuciente a los comienzos<br />

<strong>de</strong> su discurso, rastreando a manera <strong>de</strong> quien busca los olvidados<br />

arreos, para ir luego subiendo el diapasón, hasta prorrumpir en<br />

los admirables ditirambos que su inagotable lirismo le sugería. Y<br />

su palabra asumía todo su impulso ascen<strong>de</strong>nte, cuando, cerrados<br />

los ojos cual si quisiera percibir con mayor perspicuidad sus<br />

i<strong>de</strong>as, perdida la percep ción <strong>de</strong>l mundo externo, remontábase a<br />

las alturas a inspirarse en los divinos arquetipos.<br />

El Constituyente <strong>de</strong> 1856, llamado a dar forma a los<br />

i<strong>de</strong>ales <strong>de</strong> la revolución, fue lugar <strong>de</strong> cita para las más elevadas<br />

ca pacida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l partido liberal. La palabra, antes amordazada,<br />

hallaba ocasión <strong>de</strong> resonar franca, po<strong>de</strong>rosa y rotunda, en<br />

aquella asamblea adre<strong>de</strong> convocada para dar cimiento y base a<br />

los principios <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho humano. Allí se<br />

distinguen Zarco, Ramírez, don Isidoro Olvera, don Ponciano<br />

Arraiga, y tantos otros. Mas es Zarco quien a todos sobrepuja; no<br />

precisamente por la superioridad intelectual, en la que no pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>jar en zaga a Ramírez, el Nigromante, sino por sus dotes <strong>de</strong><br />

orador, en las que ha habido muy pocos que le igualen, y acaso<br />

uno que otro que le aventaje.<br />

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