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Manuel Sánchez Mármol - Universidad Juárez Autónoma de Tabasco

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Obras Completas. Ensayos, Artículos, Prólogos y Discursos<br />

todo lo avasalla y armoniza con inefable concierto. Entonces, mi<br />

alma arrebatada <strong>de</strong> inmortales aspiraciones, ha tendido el vuelo<br />

por las impalpables regiones <strong>de</strong> la inmensidad para irse a absorber<br />

en Dios.<br />

Y ¿quién es Dios? Yo no le conocía; pero vi una vez el océano<br />

agitado <strong>de</strong> un furor gigantesco, y concebí que aquél <strong>de</strong> bía ser el<br />

furor <strong>de</strong> Dios; oí bramar el huracán y creí que él era el aliento<br />

<strong>de</strong> la divinidad; escuché el estruendo <strong>de</strong> las tempesta<strong>de</strong>s, y los<br />

relámpagos me revelaron sus miradas y los truenos me hicieron<br />

oír su acento…<br />

Más tar<strong>de</strong>, en un lugar solitario a don<strong>de</strong> no llega ningún<br />

humano ruido, me sorprendió la noche. Allí, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un<br />

místico silencio sentí oprimírseme el corazón bajo la influencia<br />

<strong>de</strong> un sentimiento grandioso, y aunque nada se estremecía a<br />

mi re<strong>de</strong>dor, <strong>de</strong>jábase percibir una armonía vaga, misteriosa e<br />

in<strong>de</strong>finible como la imagen <strong>de</strong> un sueño, y adiviné entonces que<br />

el Dios que hablaba en las tempesta<strong>de</strong>s era también el Dios que<br />

modulaba en el silencio.<br />

Des<strong>de</strong> esa vez, Dios no se aparta <strong>de</strong> mis ojos. La luz <strong>de</strong> la<br />

alborada le trae a mis pupilas; el esplendor <strong>de</strong>l día me lo dibuja<br />

en todas partes; las sombras <strong>de</strong>l crepúsculo me le diseñan en sus<br />

pliegues; la noche me le representa lleno <strong>de</strong> misterio, <strong>de</strong> amor y<br />

<strong>de</strong> ternura.<br />

Amoroso, tierno y lleno <strong>de</strong> misterio es como me complazco<br />

en contemplarle. Ven ¡oh noche! que tus augustas horas <strong>de</strong><br />

silencio calman las inquietu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mi corazón abrevado <strong>de</strong> hielos;<br />

tráeme en tus sombras al Dios eterno, santo y justo que anima<br />

los espacios. Lejos <strong>de</strong> Él, no soy más que un vil átomo <strong>de</strong> polvo;<br />

pero cuando le contemplo en extático y religioso arrobamiento;<br />

cuando Él se digna hacerse presente a mi alma, el átomo <strong>de</strong> polvo<br />

se trasforma en Dios.<br />

39<br />

(Año <strong>de</strong> 1861)<br />

(El Álbum Yucateco, Mérida, Yucatán,<br />

<strong>Manuel</strong> Mimenza, 1861, pp. 39-40).

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