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Manuel Sánchez Mármol - Universidad Juárez Autónoma de Tabasco

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Obras Completas. Ensayos, Artículos, Prólogos y Discursos<br />

física y la <strong>de</strong>formidad moral, por únicos personajes, si quiera<br />

sea el genio colosal <strong>de</strong> Víctor Hugo quien a tanto se atreva,<br />

y no habrá lector cuya paciencia no se subleve indig nada,<br />

arrojando lejos <strong>de</strong> sí aquella lectura horripilante que, caso <strong>de</strong><br />

probar algo, probaría el estado <strong>de</strong> perturbación <strong>de</strong>l cerebro que<br />

cosa tan extraña concibiera. No, amigo mío; éste no pue<strong>de</strong> ser<br />

el arte; no pue<strong>de</strong> serlo nunca el hacinamiento <strong>de</strong> bajezas, <strong>de</strong><br />

indignida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> hipocresías ejecutadas por seres tenebrosos<br />

en la forma o en la conciencia.<br />

Y queda ya visto que tanto se extravían los que buscan<br />

la interpretación <strong>de</strong> la belleza estética, pintando las cosas<br />

humanas no como son, sino como <strong>de</strong>bieran ser, como los que<br />

intentan presentarlas cual caben en la esfera <strong>de</strong> la posibilidad<br />

pura.<br />

Hay que tomar el arte por el arte: él tiene vida propia y<br />

tiene por eso sus i<strong>de</strong>ales, a los que se encamina regido por sus<br />

leyes, tan ciertas, tan precisas, tan inmutables como las otras<br />

leyes <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n natural. Quien <strong>de</strong> esos i<strong>de</strong>ales se aparta por el<br />

ansia <strong>de</strong> producir obras <strong>de</strong> abominable originalidad, o <strong>de</strong> una<br />

moralidad no menos abominable por lo alambicada y traída <strong>de</strong><br />

los cabellos, acontécele lo que al inexperto alfarero <strong>de</strong> Horacio:<br />

el ánfora comenzada, tórnase en taza al voltear <strong>de</strong> la rueda.<br />

Si el escultor <strong>de</strong> la Venus <strong>de</strong> Milo, en vez <strong>de</strong> abstraerse<br />

en el i<strong>de</strong>al a que quería dar vida, lo hubiera subordinado a escrúpulos<br />

<strong>de</strong> honestidad ¿habría podido crear ese portento <strong>de</strong><br />

femenil perfección? ¿Y a quién ha ocurrido pensar que aquellas<br />

formas tan magistralmente mo<strong>de</strong>ladas, aquellas curvaturas llenas<br />

<strong>de</strong> plasticidad, aquellos senos turgentes que parecen palpitar,<br />

aquella suavidad impresa a todos los contornos que han<br />

hecho <strong>de</strong>l bronce carnes vivientes, constituyan una ofensa al<br />

pudor? Hay en el arte castas <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>ces, como vestimentas<br />

lascivas: tanta castidad hay, por ejemplo, en los <strong>de</strong>snudos<br />

hombros <strong>de</strong> El sueño <strong>de</strong> Hans Makart, como en una Madonna<br />

<strong>de</strong> Rafael; y más concupiscencia en el ropaje <strong>de</strong> la Mesalina<br />

<strong>de</strong> Kaulbach, que en la satiriásica fisonomía <strong>de</strong> un fauno <strong>de</strong><br />

Pompeya. Proviene tal efecto no <strong>de</strong> otra cosa que <strong>de</strong> la atinada<br />

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