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Manuel Sánchez Mármol - Universidad Juárez Autónoma de Tabasco

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Obras Completas. Ensayos, Artículos, Prólogos y Discursos<br />

poeta como él, como él artista, quiso llevarle consigo a una<br />

excursión por tierras <strong>de</strong> Europa, y fue la invitación en tal<br />

manera expresiva y empeñosa que no hubo forma <strong>de</strong> esquivarla,<br />

como que la acentuaba y la hacía más constriñente el recuerdo<br />

<strong>de</strong> una promesa que allá en su mocedad le fuera hecha por el<br />

autor <strong>de</strong> sus días, y por la muerte <strong>de</strong> éste frustrada. ¡Tardía<br />

realización <strong>de</strong> aquel temprano <strong>de</strong>seo, que iba a serle funesta!<br />

Partió, pues; traspuso el Atlántico, arribó a París, y<br />

cuando apenas comenzaba a sentirse envuelto en la mágica<br />

atmósfera <strong>de</strong> la Cosmópolis <strong>de</strong> los mil prodigios, una mañana,<br />

al <strong>de</strong>spertar, al abandonar el lecho, experimentó la instantánea<br />

sensación <strong>de</strong> un vértigo; en pie, pareciole que el suelo huía;<br />

intentó marchar, y sus pasos fueron oblicuos y <strong>de</strong> través.<br />

Instintivamente percibió su mal, atenuado, sí, por el instinto<br />

<strong>de</strong> la propia salud. Aquel acci<strong>de</strong>nte podía no ser más que<br />

advertencia oportuna, grito <strong>de</strong> alarma <strong>de</strong> la inminencia <strong>de</strong>l<br />

peligro. Desgraciadamente era el naufragio, el <strong>de</strong>sastre mismo,<br />

si bien aun no en toda su espantosa realidad. La ciencia podía,<br />

tal vez, <strong>de</strong>tener la parálisis; ya no impedirla.<br />

Medio individuo no es ya el individuo. Y medio<br />

individuo fue lo que recogió en París y nos trajo a México el<br />

segundo <strong>de</strong> sus hijos, el entendido médico. Él fue el único a<br />

quien no cegó la venda <strong>de</strong>l amor; él vio con dolorosa claridad<br />

que el adorable padre no se alzaría más <strong>de</strong>l golpe que lo había<br />

aterrado. Guardó para sí el que no era secreto; no quiso privar<br />

<strong>de</strong> los consoladores espejismos <strong>de</strong> la esperanza, al corazón <strong>de</strong><br />

la tierna y enamorada esposa, y a ella y a la <strong>de</strong>solada hija las<br />

imbuyó fácilmente <strong>de</strong>l engaño <strong>de</strong> que el enfermo tornaría a<br />

recobrar el regular funcionamiento <strong>de</strong> sus miembros.<br />

Era para mover a piedad al corazón menos blando ver<br />

retenido, inmóvil entre los mimbres <strong>de</strong>l sillón <strong>de</strong> enfermo,<br />

al que había sido foco <strong>de</strong> vida y radiación <strong>de</strong> actividad,<br />

concentrada toda aquélla no más que en fulgor <strong>de</strong> sus luminosas<br />

pupilas, único sentido por don<strong>de</strong> el mundo se acusaba a su<br />

conciencia, único por el que se daba cuenta <strong>de</strong> los testimonios<br />

<strong>de</strong> amorosa adhesión que le rendía la ternura <strong>de</strong> los suyos, <strong>de</strong><br />

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