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Manuel Sánchez Mármol - Universidad Juárez Autónoma de Tabasco

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<strong>Manuel</strong> <strong>Sánchez</strong> <strong>Mármol</strong><br />

mirada íntima y apasionada. ¡Ah! en esos raptos <strong>de</strong> dicha, en<br />

esos <strong>de</strong>liciosos éxtasis es cuando <strong>de</strong>be aparecer a los ojos<br />

un astro cada bujía,<br />

un ángel cada mujer.<br />

Nosotros aplaudimos sin envidia a tan felices seres y nos<br />

alegrábamos <strong>de</strong> corazón <strong>de</strong> que hubiese quienes gozase,<br />

mientras nosotros… ¡A qué hablar <strong>de</strong> nosotros!<br />

Pero el vals ha terminado, y como nos hallamos en un<br />

lugar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>mos dominarlo todo, vamos a <strong>de</strong>cir<br />

al lector lo que más llama nuestra atención <strong>de</strong> esta ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong><br />

seres fantásticos que ahora <strong>de</strong>sfila <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros.<br />

Hay en primer lugar, una griega; griega que a no<br />

haberla visto antes, la juzgáramos proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las <strong>de</strong>liciosas<br />

comarcas <strong>de</strong> la Jonia. Si la antigua Grecia la hubiera venido a<br />

ver, no dudamos que hubiera hecho pedazos sus divinida<strong>de</strong>s<br />

para colocarla en sus altares.<br />

Seguía una escocesa, escocesa por los ojos, por el tinte <strong>de</strong><br />

sus <strong>de</strong>licadas facciones, por la dulzura <strong>de</strong> sus maneras, a quien<br />

no faltó quienes tomasen por una <strong>de</strong> esas vírgenes vaporosas<br />

evocadas por Walter Scott <strong>de</strong> los lagos <strong>de</strong> la Escocia.<br />

Luego <strong>de</strong>jábase ver una hija <strong>de</strong> las flores, voluptuosa<br />

como la hurí <strong>de</strong>l profeta, y tras <strong>de</strong> cuyos perfumes volaban<br />

ansiosos enamorados libamieles. ¡Ay!, el perfume <strong>de</strong> su alma<br />

<strong>de</strong>be ser un aroma que se eleva al cielo como la nube <strong>de</strong> incienso<br />

que mana <strong>de</strong> un pebetero <strong>de</strong> oro. Ahora pasa una jardinerita,<br />

graciosa e infantil como la inocencia; zalamera y airosa como<br />

las hijas <strong>de</strong> Andalucía. ¡Jardinerita, cuida la flor <strong>de</strong> tu alma y no<br />

se la <strong>de</strong>s a nadie, porque nadie es digno <strong>de</strong> ella!<br />

¡La Valiere! ¡La Valiere en persona! ¡quién la ha traído a<br />

este afortunado lugar! Pero en vez <strong>de</strong> Luis XIV me he dado <strong>de</strong><br />

cara con un caballero <strong>de</strong> Calatrava. Esto es inconcebible. ¡La<br />

Valiere <strong>de</strong> bracero con un calatravés! Vuelvo en mí al fin, que a<br />

la que he tomado por la célebre cortesana le falta para serlo un<br />

<strong>de</strong>fecto: ¡ser coja!<br />

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