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Manuel Sánchez Mármol - Universidad Juárez Autónoma de Tabasco

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<strong>Manuel</strong> <strong>Sánchez</strong> <strong>Mármol</strong><br />

Lo esperamos en la antesala <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho, cuyos muros<br />

<strong>de</strong>saparecen ocultados por seccionables americanos que<br />

guardan reliquias <strong>de</strong> los viejos y <strong>de</strong> los nuevos maestros en<br />

gay saber. La colección <strong>de</strong> Riva<strong>de</strong>neira con sus lomos amarillos<br />

y rojos nos evoca todo el Siglo <strong>de</strong> Oro; las obras <strong>de</strong> Horacio,<br />

traducidas a todos los idiomas, precioso regalo hecho<br />

al maestro por Pepe Peón <strong>de</strong>l Valle, el poeta, que acaba <strong>de</strong> regresar<br />

<strong>de</strong> Europa; otras mil obras <strong>de</strong> ingenios preclaros que no<br />

puedo citar porque convertiría mi reportazgo en un catálogo<br />

<strong>de</strong> obras seleccionadas por un pensador exquisito, que eso revelan<br />

sus autores y sus títulos en sus lomos <strong>de</strong> tafilete y <strong>de</strong><br />

letras doradas.<br />

El maestro baja <strong>de</strong> sus habitaciones, con su rostro jovial<br />

<strong>de</strong> siempre; me tien<strong>de</strong> las manos y sonríe al fotógrafo a quien<br />

se lo presento.<br />

Empezamos nuestra charla, y entre una y otra pregunta<br />

sacamos las fotografías que ilustran este artículo.<br />

–Vengo a sorpren<strong>de</strong>r a usted, maestro, a que me conteste<br />

usted así, a quemarropa, muchas cosas que para hablar <strong>de</strong> ellas<br />

requieren escribir libros y más libros. El ceño <strong>de</strong>l maestro no<br />

se frunce, él se acomoda en el sillón <strong>de</strong> repujado cuero, y yo en<br />

el sofá empiezo mi implacable interrogatorio, más impla cable<br />

que el <strong>de</strong> un presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> <strong>de</strong>bates:<br />

El fotógrafo estu dia la luz <strong>de</strong>l cuarto, pero antes, sin<br />

<strong>de</strong>cimos “agua va”, saca una instantánea <strong>de</strong>l maestro y <strong>de</strong> mí.<br />

La primera pregunta era indicada: en dón<strong>de</strong> había nacido<br />

y cuál había sido su niñez y su primera juventud. El maestro<br />

se sonrió y lentamente, como acostumbra hablar, con el dulce<br />

<strong>de</strong>jo con que va <strong>de</strong>jando caer las palabras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus la bios hasta<br />

el espíritu <strong>de</strong> su interlocutor que ansioso las escu cha, porque<br />

<strong>de</strong> memoria sabe que han <strong>de</strong> ser sabias, contestó:<br />

–Nací como cualquier labriego <strong>de</strong> mi tierra; ni más ni<br />

menos. Ningún signo señaló en el cielo mi venida al mundo; ni<br />

un mal eclipse hubo siquiera aquel año <strong>de</strong> gracia <strong>de</strong> 1838, ¡y<br />

buena <strong>de</strong>sgracia que es ahora para mí el tal añejo! Sólo que el<br />

astro rey, plantado en la constelación <strong>de</strong> los Gemelos ardía <strong>de</strong><br />

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