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Los conflictos sociales actuales en la práctica docente-Recursos comunicacionales para el abordaje cooperativo en la escuela
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para complacer a los demás. 2) mímica teatral. El mundo de los actores o actrices que fingen
cualquier cosa por diversión. 3) mímica parcial: el intérprete trata de imitar algo que nunca podrá
ser: por ejemplo: un pájaro o gotas de lluvia (por ejemplo las manos que se convierten en un
revólver). 4) mímica del vacío: por ejemplo si estoy hambriento finjo tener un alimento y comerlo.
El lenguaje del rostro
Con respecto a la personalidad, aquí entendida como ‘aquello’ de nosotros que, aunque en
permanente cambio, se nos aparece como más ‘fijo’, por lo menos respecto de las actitudes y más
aún de las emociones, está representada en lo no verbal, entre otras cosas, por lo que el cuerpo
‘dice’ en sí mismo, es decir, por las pautas morfológicas y distributivas tanto de los rasgos
corporales como del cuerpo en su totalidad.
Por otro lado, según Paul Ekman, las fuentes de información, es decir, los vehiculizadores
de las apariencias faciales, pueden ser clasificados en cuatro grupos:
1.-Estáticos: no son completamente inmutables, pero cambian mucho menos que los lentos, e
incluyen: estructura ósea, facciones (morfología y distribución) y pigmentación cutánea.
2.-Lentos: van cambiando y pronunciándose (en más o en menos) a medida que avanzamos en
edad, e incluyen: ojeras, depresiones y curvas; arrugas permanentes, textura, vello facial y
cabello; adiposidades, dientes y pigmentación cutánea.
3.-Rápidos: ocurren en cuestión de segundos. Incluyen: movimientos (contracciones musculares
que mueven la piel y cambian la forma y, a veces, la ubicación de las facciones), tono (nivel y
patrón de actividad eléctrica en el rostro inmóvil), coloración (ruborización y empalidecimiento),
temperatura, sudoración, dirección de la mirada, tamaño de la pupila y posición de la cabeza.
4.-Artificiales: interfieren con los otros grupos y asimismo ‘proveen’ información. E incluyen:
anteojos, vello facial (depilado permanente o diariamente), cosméticos (para colorear la piel o
cabello, cubrir arrugas, marcar cejas, etc.) y cirugía estética.
Relacionando las fuentes faciales de información con las funciones del lenguaje no verbal,
vemos, de manera no excluyente, que:
1.-Los signos rápidos transmiten:
a) las emociones, predominantemente a través de los movimientos faciales involuntarios y
automáticos. En conjunto, estos movimientos expresan las seis emociones básicas, que son
“felicidad”, ”miedo”, ”sorpresa”, ”tristeza”, ”enojo” y “disgusto”, a partir de las cuales podemos
obtener muchas otras, algunas con combinaciones de éstas, y otras que sólo se diferencian por la
intensidad. Vale recalcar que la conexión entre las emociones y los movimientos faciales es
natural (no arbitraria), a pesar de lo cual, hay diferencias importantes en cómo se manifiestan las
distintas personas, sean o no de la misma cultura, cuando ocurre un evento emocional. Y esto
debido a, por lo menos, dos hechos: Por un lado, aprendemos, en mayor o menor grado, a
controlar las expresiones faciales en los lugares públicos. Y por otro, los disparadores de emoción,
aunque los hay universales (como la muerte de un niño), son diferentes en las distintas personas.
b) las actitudes, a través de los movimientos faciales automanipulativos, no instrumentales
(llamados “adaptadores”) como el usar la lengua para humedecerse los labios, morderse los
labios, etc. Al igual que en las emociones, las personas variamos marcadamente en la proporción
particular de adaptadores, aunque cuando estamos sintiéndonos incómodos esta cantidad
aumenta por sobre nuestro propio nivel.
c) las distintas funciones del rostro con respecto al lenguaje verbal, principalmente utilizado para
enfatizar el discurso, muy a menudo bajo la forma de un alzamiento o fruncimiento de las cejas.
2.-Los signos lentos y estáticos ‘hablan’ más bien de nuestra personalidad. Y estos signos, están
condicionados tanto por pautas culturales (considerando que “adquirimos” nuestro aspecto físico;
y no que hemos nacido con él.) y experienciales propias de cada quien (así, con el tiempo,
nuestros cuerpos y rostros acaban convirtiéndose en autobiografías ambulantes, que van
contando las tensiones mayores y menores que hemos padecido en nuestras vidas), como por el
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