En las fuentes de la alegria con S.Francisco de Sales - FUNDACIÓN ...
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«Debemos cumplir nuestro <strong>de</strong>ber porque es nuestra obligación y por el simple <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> agradar a Dios, y<br />
ello tanto en <strong>la</strong> tempestad como en <strong>la</strong> calma. La verda<strong>de</strong>ra y santa ciencia <strong>con</strong>siste en <strong>de</strong>jar a Dios que<br />
haga y <strong>de</strong>shaga en nosotros y en todas <strong><strong>la</strong>s</strong> cosas lo que le p<strong>la</strong>zca, sin otra voluntad ni elección,<br />
reverenciando en profundo silencio lo que, por nuestra humana <strong>de</strong>bilidad, el entendimiento no acierta a<br />
compren<strong>de</strong>r, porque sus <strong>de</strong>signios pue<strong>de</strong>n a veces estar ocultos, pero siempre son justos. El tesoro <strong>de</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong><br />
almas puras no está en recibir bienes y favores <strong>de</strong> Dios, sino en darle gusto, no queriendo ni más ni<br />
menos que lo que Él nos da».<br />
A veces podremos sentirnos <strong>de</strong>fraudados al no recibir <strong><strong>la</strong>s</strong> satisfacciones que, por alguna razón,<br />
esperábamos. No nos inquietemos. Mo<strong>de</strong>remos nuestros <strong>de</strong>seos, adoptemos una santa indiferencia, sin<br />
buscar otra cosa que el amor <strong>de</strong> Dios y su santa voluntad:<br />
«Cuando nos falten <strong><strong>la</strong>s</strong> razonables satisfacciones que <strong>de</strong>searíamos recibir, <strong>de</strong>bemos tener paciencia y<br />
tratar <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rar un poco nuestros <strong>de</strong>seos, aceptando <strong><strong>la</strong>s</strong> cosas, incluso cuando son buenas, <strong>con</strong> espíritu<br />
<strong>de</strong> santa indiferencia, al que <strong>con</strong>stantemente <strong>de</strong>bemos recurrir para <strong>de</strong>cir: no <strong>de</strong>seo tal virtud ni tal otra; lo<br />
único que quiero y <strong>de</strong>seo es el amor <strong>de</strong> Dios y que se cump<strong>la</strong> en mí su voluntad».<br />
Esa misma ha <strong>de</strong> ser nuestra actitud ante los proyectos que nos son más queridos:<br />
«Debéis poner mucho empeño en procurar ser religiosa, puesto que Dios os <strong>con</strong>ce<strong>de</strong> tantos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong><br />
serlo. Pero, si una vez hecho todo lo posible, no lo lográis, <strong>la</strong> mejor manera <strong>de</strong> agradar a nuestro Señor<br />
será sacrificarle vuestra voluntad y permanecer tranqui<strong>la</strong>, humil<strong>de</strong> y <strong>de</strong>vota, totalmente entregada y<br />
sumisa a su divino querer y <strong>de</strong>signio; voluntad y <strong>de</strong>signio divino que se os muestran c<strong>la</strong>ramente en el<br />
hecho <strong>de</strong> no haber <strong>con</strong>seguido vuestros <strong>de</strong>seos, pese a haber hecho todo lo posible para ello. Porque<br />
nuestro Dios prueba a veces nuestro valor y nuestro amor, privándonos <strong>de</strong> cosas que nos parecen muy<br />
buenas para el alma, y que efectivamente lo son. Y si nos ve muy afanados en <strong>con</strong>seguir algo, pero, al<br />
mismo tiempo, humil<strong>de</strong>s, tranquilos y resignados a no lograrlo, nos da mayores bendiciones en esa<br />
privación que <strong><strong>la</strong>s</strong> que hubiéramos recibido <strong>con</strong> aquello que <strong>de</strong>seábamos. Porque siempre y en toda<br />
ocasión, Dios ayuda a aquéllos que <strong>de</strong> todo corazón y en cualquier circunstancia pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>cirle: hágase<br />
tu voluntad».<br />
Cuando nuestro Señor nos l<strong>la</strong>ma para algún trabajo, no <strong>de</strong>bemos anteponer a sus <strong>de</strong>seos nuestros gustos<br />
personales, ni nuestras inclinaciones, ni mirar nuestras fuerzas. «Querida hija, haced <strong>de</strong>scansar vuestros<br />
pensamientos sobre los divinos hombros <strong>de</strong>l Señor y Salvador. Él cargará <strong>con</strong> ellos y os fortificará. Si os<br />
l<strong>la</strong>ma (y realmente os está l<strong>la</strong>mando) a un servicio que sea <strong>de</strong> su agrado, aunque no lo sea <strong>de</strong>l vuestro, no<br />
por eso <strong>de</strong>béis tener menos ánimo, sino más aún que si vuestro gusto coincidiera <strong>con</strong> el suyo, porque<br />
cualquier asunto marchará mejor cuanto menos haya <strong>de</strong> nosotros en él. Mi querida amiga e hija mía, no<br />
permitáis que vuestro espíritu se mire a sí mismo, ni vuelva sobre sus fuerzas o sus inclinaciones;<br />
nuestros ojos tienen que estar fijos en los <strong>de</strong>signios <strong>de</strong> Dios y en su Provi<strong>de</strong>ncia. No hay que entretenerse<br />
en discurrir cuando hay que correr, ni en hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong> dificulta<strong>de</strong>s, cuando lo que hay que hacer es superar<strong><strong>la</strong>s</strong>».<br />
El obispo exhorta también a <strong><strong>la</strong>s</strong> almas generosas a abrazar <strong>con</strong> sinceridad y sin reservas, libre y<br />
alegremente, <strong>la</strong> santa voluntad <strong>de</strong> Dios: «Confirmad cada día más y más <strong>la</strong> resolución que habéis tomado<br />
<strong>de</strong> servir a Dios según sus <strong>de</strong>signios y <strong>de</strong> ser enteramente suya, sin reserva alguna ni para vos ni para el<br />
mundo. Abrazad sinceramente sus santos <strong>de</strong>seos, sean los que fueren, y no creáis haber alcanzado <strong>la</strong><br />
pureza <strong>de</strong> corazón que le <strong>de</strong>béis, mientras vuestra voluntad no esté <strong>de</strong>l todo y en todo, incluso en <strong><strong>la</strong>s</strong> cosas<br />
más <strong>de</strong>sagradables, libre y gozosamente sometida a <strong>la</strong> suya santísima. Para ello, fijaos no en <strong>la</strong> apariencia<br />
<strong>de</strong> lo que hagáis, sino en Quien os lo or<strong>de</strong>na, que saca su gloria y nuestra santa perfección <strong>de</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong> cosas<br />
más miserables y ruines, cuando le p<strong>la</strong>ce».<br />
Efectivamente, ésa es <strong>la</strong> manera <strong>de</strong> aceptar <strong>con</strong> alegría <strong><strong>la</strong>s</strong> cosas que repugnan a nuestra naturaleza: mirar<br />
no sólo su apariencia, sino <strong>la</strong> mano amorosa <strong>de</strong> Aquél que nos <strong><strong>la</strong>s</strong> presenta. «Las penas, <strong>con</strong>si<strong>de</strong>radas en<br />
sí mismas, ciertamente no pue<strong>de</strong>n ser amadas; pero, <strong>con</strong>si<strong>de</strong>radas en su origen, es <strong>de</strong>cir, en <strong>la</strong> Provi<strong>de</strong>ncia<br />
y bondad divina que <strong><strong>la</strong>s</strong> or<strong>de</strong>na, son infinitamente amables... Las tribu<strong>la</strong>ciones, <strong>de</strong> por sí, son horribles,<br />
pero, vistas en <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios, son amables y <strong>de</strong>liciosas. ¡Cuántas veces nos hemos visto obligados a<br />
tomar <strong>de</strong> ma<strong>la</strong> gana <strong>la</strong> medicina que nos daba el médico o el boticario! Pero si nos <strong>la</strong> ofrecía una mano<br />
muy querida, el amor se sobreponía al horror y <strong>la</strong> tomábamos <strong>con</strong> gusto».<br />
Él mismo lo hacía así y los disgustos -a los que no era insensible-, los soportaba <strong>con</strong> total resignación<br />
ante <strong>la</strong> voluntad divina:«Veréis por <strong>la</strong> carta <strong>de</strong> ese buen Padre el disgusto que he tenido, que, ciertamente,<br />
me ha afectado un poco; pero, como <strong>la</strong> noticia en<strong>con</strong>tró mi espíritu lleno <strong>de</strong>l sentimiento que tengo <strong>de</strong> una<br />
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