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En las fuentes de la alegria con S.Francisco de Sales - FUNDACIÓN ...

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«Antes <strong>de</strong> hacer o <strong>de</strong> disponeros a hacer algunas <strong>de</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong> cosas <strong>de</strong> vuestra vocación que os resulten<br />

molestas, pensad que los santos hacían <strong>con</strong> alegría cosas mayores y más enojosas: unos, sufrieron el<br />

martirio; otros, el <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong>l mundo. San <strong>Francisco</strong> y muchos religiosos <strong>con</strong>temporáneos nuestros han<br />

besado repetidamente <strong><strong>la</strong>s</strong> l<strong>la</strong>gas y úlceras <strong>de</strong> leprosos y enfermos; unos se han retirado al <strong>de</strong>sierto; otros<br />

han sufrido en galeras <strong>con</strong> los soldados; y todo esto para hacer algo agradable a Dios. ¿Acaso nosotros<br />

hacemos cosas tan difíciles?».<br />

Pero todas estas <strong>con</strong>si<strong>de</strong>raciones serían inútiles si a el<strong><strong>la</strong>s</strong> no añadiera <strong>la</strong> oración. Hay que pedir a Dios a<br />

menudo <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> amar <strong>la</strong> propia vocación y <strong>de</strong> llenarse <strong>de</strong> espíritu <strong>de</strong> fe para disponerse a servirle<br />

humil<strong>de</strong>mente en todo lo que repugna a <strong>la</strong> naturaleza:<br />

«Quisiera que frecuentemente durante el día, invocaseis a Dios implorando el amor a vuestra vocación y<br />

que dijeseis como san Pablo en su <strong>con</strong>versión: Señor, ¿qué queréis que haga? ¿Deseáis que os sirva en lo<br />

más vil <strong>de</strong> vuestra casa?<br />

Aún me tendría por <strong>de</strong>masiado feliz: <strong>con</strong> tal <strong>de</strong> serviros, no me preocupo <strong>de</strong> lo que sea. Y si hay alguna<br />

cosa que os disguste especialmente, <strong>de</strong>cidle: ¿Queréis que haga esto? Señor, ni <strong>de</strong> esto soy digna; lo haré<br />

<strong>con</strong> gusto. Y <strong>de</strong> ese modo os humil<strong>la</strong>réis mucho. Y ¡qué tesoro ganaréis! Mucho mayor <strong>de</strong> lo que podáis<br />

pensar».<br />

San <strong>Francisco</strong> <strong>de</strong> <strong>Sales</strong> indica a su dirigida el modo <strong>de</strong> <strong>con</strong>seguir ese tesoro: <strong>con</strong>vencerse <strong>de</strong> que Dios<br />

quiere que le sirva en el estado <strong>de</strong> vida que tiene y que, en <strong>con</strong>secuencia, por amor <strong>de</strong> Él, se esfuerce en<br />

amar mucho su vocación y todos los <strong>de</strong>beres que el<strong>la</strong> comporta. Así no tendrá ni impaciencia, ni<br />

inquietu<strong>de</strong>s, ni repugnancias:<br />

«El remedio sería <strong>con</strong>venceros y empapar vuestro espíritu en <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que Dios quiere que le sirváis allí<br />

don<strong>de</strong> estáis y mediante los ejercicios propios <strong>de</strong> ese estado y los actos que <strong>de</strong> él <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n; y una vez<br />

persuadida, tenéis que enamoraros <strong>de</strong> vuestro estado y <strong>de</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong> obligaciones <strong>de</strong>l mismo, por amor <strong>de</strong> quien<br />

así lo quiere. Pero, querida hermana, esto no hay que pensarlo como <strong>de</strong> pasada; estos pensamientos tenéis<br />

que incrustarlos bien <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l corazón; y mediante retiros y cuidados especiales, lograréis que esta sabrosa<br />

verdad os resulte grata a vuestra mente. Creedme, todo lo que sea <strong>con</strong>trario a este <strong>con</strong>sejo, no es<br />

sino amor propio».<br />

El Santo resumía así sus <strong>con</strong>sejos:«Servid a Dios <strong>con</strong> mucho ánimo y lo más que podáis, en los ejercicios<br />

<strong>de</strong> vuestra vocación... rebajaos <strong>con</strong> gusto a aquello cuya corteza parece menos bril<strong>la</strong>nte, si veis que Dios<br />

lo quiere; pues <strong>de</strong> cualquier manera que se haga <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios, no importa que sea por acciones elevadas<br />

o bajas. Suspirad <strong>con</strong> frecuencia para que vuestra voluntad esté unida a <strong>la</strong> <strong>de</strong> Dios...<br />

Mi querida hermana, avanzad siempre y <strong>con</strong> suavidad. Si Dios quiere que corráis, Él di<strong>la</strong>tará vuestro<br />

corazón, pero por nuestra parte, quedémonos <strong>con</strong> esta lección: Apren<strong>de</strong>d <strong>de</strong> Mí, que soy manso y humil<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> corazón».<br />

Dulzura en <strong><strong>la</strong>s</strong> miserias <strong>de</strong> nuestra <strong>con</strong>dición humana<br />

Faltamos a <strong>la</strong> dulzura para <strong>con</strong> nosotros mismos porque no aceptamos <strong>la</strong> miseria <strong>de</strong> nuestra <strong>con</strong>dición<br />

humana. Nuestras imperfecciones y nuestras faltas nos irritan; nos exaspera nuestra mediocridad y<br />

nuestras repetidas <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s llenan <strong>de</strong> amargura y <strong>de</strong> <strong>de</strong>specho nuestro corazón.<br />

San <strong>Francisco</strong> <strong>de</strong> <strong>Sales</strong> nos sitúa frente a <strong>la</strong> realidad, <strong>con</strong>tra <strong>la</strong> que sería inútil rebe<strong>la</strong>rse.<br />

«Nos gustaría ser perfectos, pero, hija mía, hay que tener paciencia por ser <strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza humana y no<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> angélica».<br />

«Os gustaría más no tener fallos que veros llena <strong>de</strong> imperfecciones. A mí también, pues eso querría <strong>de</strong>cir<br />

que ya estaríamos en el paraíso».<br />

Tenemos que aceptar nuestras miserias sin asombrarnos.<br />

«No <strong>de</strong>ben asombraron vuestras <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s y miserias: Dios ha visto muchas, y su misericordia no<br />

rechaza a los miserables, sino que les hace el bien; y levanta el trono <strong>de</strong> su gloria sobre su miseria».<br />

«No os asombréis nunca <strong>de</strong> veros miserable y llena <strong>de</strong> mal humor... no os asombréis <strong>de</strong> esas<br />

importunida<strong>de</strong>s y violencias que sentís... No, hija mía, no os asombréis por eso».<br />

Pero, ¿cómo es posible que tengamos <strong>la</strong> sincera voluntad <strong>de</strong> ser enteramente <strong>de</strong> Dios y que a <strong>la</strong> vez<br />

estemos llenos <strong>de</strong> miserias, que al ir tras el bien nos <strong>de</strong>slicemos por <strong>la</strong> pendiente <strong>de</strong>l mal? Es porque hay<br />

dos hombres en nosotros: uno que fabrica magníficos sueños <strong>de</strong> perfección y otro que los echa por tierra;<br />

uno que trata <strong>de</strong> esca<strong>la</strong>r <strong><strong>la</strong>s</strong> cimas y otro que se esfuerza por <strong>de</strong>tenerlo y lo hace rodar hasta abajo. Esto lo<br />

explica san <strong>Francisco</strong> <strong>de</strong> <strong>Sales</strong> <strong>con</strong> gracia a <strong>la</strong> Hna. Petra María <strong>de</strong> Chátel.Esta religiosa <strong>de</strong> <strong>la</strong> Visitación,<br />

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