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En las fuentes de la alegria con S.Francisco de Sales - FUNDACIÓN ...

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«Nunca se ha sabido <strong>con</strong> seguridad <strong>de</strong> qué ma<strong>de</strong>ra estaba hecha <strong>la</strong> Cruz <strong>de</strong> nuestro Señor; y yo creo que<br />

es para que amemos igualmente todas <strong><strong>la</strong>s</strong> cruces que Él nos envía, sean <strong>de</strong> una ma<strong>de</strong>ra o <strong>de</strong> otra, y que no<br />

digamos: esta cruz no es grata porque no es <strong>de</strong> tal ma<strong>de</strong>ra o <strong>de</strong> tal otra. Las mejores son <strong><strong>la</strong>s</strong> más pesadas,<br />

y <strong><strong>la</strong>s</strong> más pesadas son <strong><strong>la</strong>s</strong> que más le cuesta llevar a <strong>la</strong> parte inferior <strong>de</strong> nuestro corazón. Las que nos<br />

en<strong>con</strong>tramos por <strong>la</strong> calle son excelentes, pero aún son mejores <strong><strong>la</strong>s</strong> <strong>de</strong> nuestra casa en <strong>la</strong> medida que son<br />

más molestas, son mejores que los cilicios, <strong><strong>la</strong>s</strong> disciplinas, ayunos y todo lo que <strong>la</strong> austeridad ha inventado.<br />

<strong>En</strong> el<strong><strong>la</strong>s</strong> es don<strong>de</strong> se ve <strong>la</strong> generosidad <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> <strong>la</strong> Cruz y <strong>de</strong> los que moran en el sagrado<br />

monte Calvario. Las cruces que nosotros nos hacemos o inventamos suelen ser algo b<strong>la</strong>ndas, puesto que<br />

en el<strong><strong>la</strong>s</strong> hay mucho nuestro y, por tanto, son menos crucificantes. Humil<strong>la</strong>os, pues, y recibid <strong>con</strong> gozo <strong><strong>la</strong>s</strong><br />

que os son impuestas a pesar vuestro. La longitud <strong>de</strong> <strong>la</strong> cruz es <strong>la</strong> que le da su valor, ya que no hay más<br />

dura pena que <strong>la</strong> que dura. Sed fiel hasta <strong>la</strong> muerte y recibiréis <strong>la</strong> corona <strong>de</strong> gloria. Amáis al Crucificado:<br />

¿qué habéis <strong>de</strong> querer entonces, sino estar crucificada, puesto que el amor igua<strong>la</strong> a los amantes?».¡Qué<br />

buena acogida daríamos a <strong><strong>la</strong>s</strong> cruces si tuviéramos el olfato espiritual más fino!<br />

«Tengo para mí que, si tuviéramos el olfato un poco más fino, podríamos percibir que todas <strong><strong>la</strong>s</strong><br />

aflicciones vienen embalsamadas y perfumadas <strong>de</strong> mil buenos olores; pues, aunque <strong>de</strong> por sí tengan olor<br />

<strong>de</strong>sagradable, al venir salidas <strong>de</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong> manos, o mejor, <strong>de</strong>l seno y <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong>l Esposo, que no es otra<br />

cosa que perfume y bálsamo Él mismo, nos llegan repletas <strong>de</strong> toda suavidad».<br />

Así es como amaremos <strong>de</strong> verdad a Cristo crucificado.<br />

«Un corazón que estima y ama mucho a Jesús crucificado, ama igualmente su muerte, sus penas, sus<br />

tormentos, sus salivazos, sus vituperios, su pobreza, su sed, su hambre, sus ignominias y cuando le llega<br />

alguna pequeña participación, se goza y <strong>la</strong> abraza amorosamente. Todos los días <strong>de</strong>beríais <strong>con</strong>si<strong>de</strong>rar, no<br />

en <strong>la</strong> oración sino en otro momento, por ejemplo al pasear, a nuestro Señor y los trabajos que pasó por<br />

nuestra Re<strong>de</strong>nción, pensando en <strong>la</strong> dicha que sería para vos participar en el<strong>la</strong>. Viendo en qué momento<br />

pue<strong>de</strong> llegaros ese bien, o sea, todo lo que os pueda ocurrir que vaya en <strong>con</strong>tra <strong>de</strong> vuestros <strong>de</strong>seos,<br />

especialmente <strong>de</strong> aquellos que os parezcan más justos y legítimos. Y luego, <strong>con</strong> un gran amor a <strong>la</strong> Cruz y<br />

pasión <strong>de</strong> nuestro Señor, <strong>de</strong>béis exc<strong>la</strong>mar <strong>con</strong> san Andrés: ¡Oh Cruz buena, tan amada por mi Salvador!,<br />

¿cuándo me recibiréis en vuestros brazos?»<br />

¡Qué paz tendríamos en nuestros corazones! ¡Cómo se suavizarían nuestros sufrimientos! «So<strong>la</strong>mente <strong>con</strong><br />

mirar a nuestro querido Jesús crucificado se pue<strong>de</strong>n suavizar en un momento todos nuestros dolores, que<br />

no son sino flores en comparación <strong>de</strong> sus espinas»<br />

Animémonos, al menos, pensando que el amor <strong>de</strong> Dios crece en <strong><strong>la</strong>s</strong> tribu<strong>la</strong>ciones mucho más que en<br />

medio <strong>de</strong> los gozos y veamos <strong>la</strong> corona <strong>de</strong> espinas que hiere nuestra frente como <strong>la</strong> prenda <strong>de</strong> <strong>la</strong> corona<br />

<strong>de</strong> gloria que <strong>la</strong> aureo<strong>la</strong>rá en el cielo.<br />

«Me da mucho <strong>con</strong>suelo veros recibir <strong>con</strong> tanta dulzura <strong><strong>la</strong>s</strong> pruebas que hago en servicio <strong>de</strong> vuestra alma,<br />

y, al ver en el<strong>la</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong> señales <strong>de</strong> muchas gracias celestiales, no puedo sino amar<strong>la</strong> tierna y firmemente. Y<br />

por ello le <strong>de</strong>seo cada vez más que avance mucho en el santo amor <strong>de</strong> Dios, que es <strong>la</strong> bendición <strong>de</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong><br />

bendiciones. Sabéis, hija mía, que el fuego que Moisés vio en <strong>la</strong> montaña representaba este santo amor; y<br />

lo mismo que aquel<strong><strong>la</strong>s</strong> l<strong>la</strong>mas crecían entre espinas, así el ejercicio <strong>de</strong>l sagrado amor se mantiene mucho<br />

más <strong>con</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong> tribu<strong>la</strong>ciones que <strong>con</strong> los gozos. Por tanto, es buena ocasión para que <strong>con</strong>ozcáis que nuestro<br />

Señor <strong>de</strong>sea que crezcáis en su amor, ya que os da una salud <strong>de</strong>ficiente y muchas otras dificulta<strong>de</strong>s.<br />

¡Dios mío!, queridísima hija, ¡qué dulce es ver a nuestro Señor coronado <strong>de</strong> espinas en <strong>la</strong> Cruz y<br />

coronado <strong>de</strong> gloria en el cielo! Eso nos anima a recibir <strong><strong>la</strong>s</strong> <strong>con</strong>tradicciones <strong>con</strong> amor, sabiendo que por <strong>la</strong><br />

corona <strong>de</strong> espinas llegaremos a <strong>la</strong> corona <strong>de</strong> felicidad. Vivid siempre muy cerca y unida a nuestro Señor,<br />

y no tendréis ningún mal que no se <strong>con</strong>vierta en bien» .<br />

El <strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> los bienes <strong>de</strong> este mundo<br />

También impi<strong>de</strong> <strong>la</strong> paz interior el apego a <strong><strong>la</strong>s</strong> riquezas y a los bienes <strong>de</strong> este mundo.<br />

Por eso, san <strong>Francisco</strong> <strong>de</strong> <strong>Sales</strong> a<strong>con</strong>seja a su Filotea mantenerse <strong>de</strong>sprendida <strong>de</strong> toda afición a los bienes<br />

terrenales y su corazón abierto al cielo, como el nido <strong>de</strong>l martín pescador.<br />

«El martín pescador hace su nido como una bo<strong>la</strong>, que tiene una pequeña abertura por arriba;<br />

lo pone a <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong>l mar, y es tan resistente e impermeable que, aunque le lleguen <strong><strong>la</strong>s</strong> o<strong><strong>la</strong>s</strong>, nunca pue<strong>de</strong><br />

penetrar el agua; como siempre tiene <strong>la</strong> abertura hacia arriba, permanece en el mar, sobre el mar y señor<br />

<strong>de</strong>l mar. Así tiene que estar vuestro corazón, querida Filotea, abierto únicamente hacia el cielo e<br />

impenetrable a <strong><strong>la</strong>s</strong> riquezas y cosas caducas; si <strong><strong>la</strong>s</strong> poseéis, no tengáis el corazón puesto en el<strong><strong>la</strong>s</strong>; que esté<br />

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