En las fuentes de la alegria con S.Francisco de Sales - FUNDACIÓN ...
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agradar a nuestro Dios. Sólo falta el otoño, pues, según <strong>de</strong>cís, no veis muchos frutos. Pero a menudo<br />
suce<strong>de</strong> que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tril<strong>la</strong>do el trigo y pisados los racimos, resulta que <strong>la</strong> cosecha y <strong>la</strong> vendimia han<br />
sido mucho mejores <strong>de</strong> lo que prometían. Os gustaría que siempre fuera primavera y verano. ¡No, hija<br />
mía!, tiene que haber vicisitu<strong>de</strong>s externas e internas. Sólo en el cielo habrá siempre primavera en cuando<br />
a belleza; habrá siempre otoño en cuanto al gozo; siempre verano en cuanto al amor. Y no habrá invierno.<br />
Pero aquí es necesario el invierno para practicar <strong>la</strong> abnegación y otras mil pequeñas y hermosas virtu<strong>de</strong>s<br />
que se ejercitan en el tiempo <strong>de</strong> <strong>la</strong> esterilidad. Vayamos a nuestro paso; <strong>con</strong> tal <strong>de</strong> que nuestro corazón<br />
sea bueno y esté <strong>de</strong>cidido, sin duda vamos bien».<br />
Si seguimos siempre a nuestro paso lento, siendo fieles a los ejercicios <strong>de</strong> piedad y a nuestros buenos<br />
propósitos, por muy penosa que sea <strong>la</strong> marcha, nuestras frialda<strong>de</strong>s no nos alejan <strong>de</strong>l Señor.<br />
«Vuestras frialda<strong>de</strong>s, queridísima hija, no os <strong>de</strong>ben asombrar, <strong>con</strong> tal <strong>de</strong> que tengáis un verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>seo<br />
<strong>de</strong>l calor y que el frío no os haga apartaros <strong>de</strong> vuestras pequeñas prácticas. ¿No nació el Niño Jesús en lo<br />
más crudo <strong>de</strong>l invierno? ¿Y por qué no se le heló el corazón? Me parece que el frío <strong>de</strong> que me habláis no<br />
re<strong>la</strong>ja nuestras resoluciones, sino que es so<strong>la</strong>mente un cierto cansancio y <strong>de</strong>ja<strong>de</strong>z <strong>de</strong> espíritu que nos hace<br />
avanzar <strong>con</strong> dificultad por el camino que hemos emprendido y <strong>de</strong>l que no queremos apartarnos nunca,<br />
hasta que lleguemos al puerto. ¿Verdad, hija mía?"<br />
A<strong>de</strong>más, <strong><strong>la</strong>s</strong> sequeda<strong>de</strong>s son para nosotros más provechosas que los <strong>con</strong>suelos:<br />
«¡Ay, hija mía, cuánto nos gusta <strong>la</strong> dulzura, <strong>la</strong> suavidad y <strong>la</strong> <strong>de</strong>liciosa <strong>con</strong>so<strong>la</strong>ción! Pero <strong>la</strong> aspereza <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
sequedad es más fructífera. Y aunque a san Pedro le gustó tanto el monte Tabor y huyó <strong>de</strong>l Calvario, éste<br />
le fue más provechoso que aquél y <strong>la</strong> sangre <strong>de</strong>rramada en éste es más <strong>de</strong>seable que <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ridad esparcida<br />
en el otro. El Senor os trata ya como a una mujer valiente; vivid así. Mejor es comer el pan sin azúcar que<br />
el azúcar sin pan».<br />
«Trabajad fielmente, queridísima hija, <strong>con</strong> <strong>la</strong> parte superior <strong>de</strong> vuestra voluntad entre esas tinieb<strong><strong>la</strong>s</strong> y<br />
sequeda<strong>de</strong>s; una onza <strong>de</strong>l trabajo hecho en esas circunstancias vale más que cien libras <strong>de</strong>l que se hace<br />
entre <strong>con</strong>suelos y sentimientos agradables, y, aunque éste sea más dulce, el otro es mejor».<br />
Es que los <strong>con</strong>suelos son dulces a <strong>la</strong> naturaleza; pero <strong><strong>la</strong>s</strong> dificulta<strong>de</strong>s y <strong><strong>la</strong>s</strong> <strong>con</strong>tradicciones nos <strong>con</strong>ducen<br />
junto a Cristo en su dolorosa agonía <strong>de</strong> Getsemaní:«Si no tenemos <strong><strong>la</strong>s</strong> ternuras y emociones <strong>de</strong>l corazón,<br />
los gustos y sentimientos en <strong>la</strong> oración, <strong><strong>la</strong>s</strong> suavida<strong>de</strong>s interiores en <strong>la</strong> meditación, ya nos ponemos tristes;<br />
si tenemos algunas dificulta<strong>de</strong>s en obrar bien, si surge un in<strong>con</strong>veniente ante nuestros justos proyectos,<br />
enseguida nos apresuramos a vencer todo eso y a <strong>de</strong>shacernos <strong>de</strong> <strong>la</strong> inquietud. ¿Por qué obramos así?<br />
Indudablemente porque preferimos nuestras <strong>con</strong>so<strong>la</strong>ciones, nuestros gustos, nuestras comodida<strong>de</strong>s.<br />
Quisiéramos orar en un baño <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> rosas y ser virtuosos comiendo dulces, y nos olvidamos <strong>de</strong> mirar<br />
al dulce jesús que, postrado en tierra, suda sangre y agua lleno <strong>de</strong> angustia por el terrible combate que se<br />
agita en su interior entre <strong><strong>la</strong>s</strong> inclinaciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> parte inferior <strong>de</strong>l alma y <strong><strong>la</strong>s</strong> resoluciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> superior»."<br />
Tener dulzura <strong>con</strong>sigo mismo en esos momentos <strong>de</strong> sequedad supone una gran energía; no es una<br />
sensiblería necia, sino firme, robusta y vigorosa:<br />
«Hay mucha diferencia entra <strong>la</strong> ternura <strong>de</strong>l corazón que <strong>de</strong>seamos porque nos <strong>con</strong>sue<strong>la</strong> y <strong>la</strong> firmeza <strong>de</strong><br />
corazón, que <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>sear porque es <strong>la</strong> que nos hace verda<strong>de</strong>ros servidores <strong>de</strong> Dios»."'Esta firmeza <strong>de</strong><br />
corazón nos impedirá irritarnos ante el mal que intenten hacernos <strong>con</strong> maledicencias y calumnias.<br />
¿Por qué alterarse ante pa<strong>la</strong>bras mal intencionadas?<br />
«No son más que cruces <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bras, tribu<strong>la</strong>ciones que se lleva el viento y cuyo recuerdo se va al mismo<br />
tiempo que su sonido. Hay que ser muy <strong>de</strong>licado para no aguantar ni el zumbido <strong>de</strong> una mosca. ¿Quién<br />
nos ha dicho que somos irreprensibles...? ¿Qué mal nos hacen cuando tienen ma<strong>la</strong> opinión <strong>de</strong> nosotros?<br />
¿No <strong>la</strong> <strong>de</strong>bemos tener también nosotros mismos? Esas personas no son adversarios nuestros, sino<br />
partidarios, porque se unen a nosotros para <strong>de</strong>struir nuestro amor propio. ¿Por qué vamos a enfadarnos<br />
<strong>con</strong> quienes vienen a ayudarnos <strong>con</strong>tra un enemigo tan po<strong>de</strong>roso?».<br />
He aquí cómo ayuda a soportar <strong>la</strong> pena a una <strong>de</strong> sus hijas espirituales, muy afligida por <strong><strong>la</strong>s</strong> críticas <strong>de</strong> que<br />
era objeto:<br />
«¿Pensáis que el mundo va a creer esas tonterías? Quizá a algunos les diviertan; quizá otros sospechen<br />
algo; pero recordad que si nuestras almas son buenas y se resignan en manos <strong>de</strong> Dios, todos esos ataques<br />
se disiparán como el humo, y, cuanto más fuerte sea el viento, antes <strong>de</strong>saparecerán. Como mejor se cura<br />
el mal <strong>de</strong> <strong>la</strong> calumnia es no haciéndole caso, <strong>de</strong>spreciando el <strong>de</strong>sprecio y <strong>de</strong>mostrando por nuestra<br />
firmeza que no estamos a su alcance...Postraos ante el Crucificado y ved <strong><strong>la</strong>s</strong> injurias que Él recibió;<br />
suplicadle, por <strong>la</strong> dulzura <strong>con</strong> que <strong><strong>la</strong>s</strong> aceptó, que os dé <strong>la</strong> fuerza <strong>de</strong> soportar esas astillitas que como a<br />
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