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En las fuentes de la alegria con S.Francisco de Sales - FUNDACIÓN ...

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<strong>con</strong> <strong>la</strong> ayuda <strong>de</strong> Dios, esas alteraciones se irán <strong>de</strong>bilitando».«Esas rebeliones <strong>de</strong>l apetito sensual, tanto en<br />

<strong>la</strong> ira como en <strong>la</strong> codicia, se nos <strong>de</strong>jan para que nos ejercitemos y practiquemos el valor espiritual al<br />

resistir<strong><strong>la</strong>s</strong>».6<br />

Por eso, humil<strong>de</strong>mente y <strong>con</strong> paz, tenemos que empezar cada día nuestro esfuerzo <strong>de</strong> santificación; y no<br />

<strong>de</strong>rramar lágrimas <strong>de</strong> <strong>de</strong>specho al en<strong>con</strong>trar <strong>la</strong> miseria en nosotros y ver <strong>la</strong> poda que tendremos que hacer.<br />

«He visto el l<strong>la</strong>nto <strong>de</strong> <strong>la</strong> pobre Hermana María Magdalena, y me parece que nuestras niñerías proce<strong>de</strong>n<br />

todas <strong>de</strong> este <strong>de</strong>fecto: que olvidamos <strong>la</strong> máxima <strong>de</strong> los santos, que nos advierten que cada día hemos <strong>de</strong><br />

comenzar el avance en nuestra perfección. Si nos acordásemos <strong>de</strong> esto, no nos asombraría en<strong>con</strong>trar en<br />

nosotros miserias que arrancar. Nunca está terminado este trabajo; siempre hay que comenzar <strong>de</strong> nuevo y<br />

<strong>de</strong>bemos hacerlo <strong>con</strong> ánimo. Dice <strong>la</strong> Escritura: "cuando el hombre haya terminado, entonces comenzará".<br />

Lo que hemos hecho hasta ahora es bueno, pero lo que vamos a empezar será mejor; y cuando lo<br />

hayamos acabado, empezaremos otra cosa todavía mejor, y luego otra, hasta que salgamos <strong>de</strong> este mundo<br />

para comenzar otra vida que no tendrá fin, puesto que ya no podrá suce<strong>de</strong>rnos nada mejor. Así que,<br />

pensad si hay que llorar cuando se encuentren miserias».<br />

El santo obispo no nos pi<strong>de</strong> lágrimas que <strong>de</strong>primen, sino una alegría franca y serena; «<strong>la</strong> santa alegría<br />

cordial, que nutre <strong><strong>la</strong>s</strong> fuerzas <strong>de</strong>l espíritu y edifica al prójimo». Y nos invita a practicar<strong>la</strong> en <strong>la</strong> humildad y<br />

<strong>de</strong>bilidad: «Abatirse y humil<strong>la</strong>rse, <strong>de</strong>spreciarse a sí mismo hasta <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> todas <strong><strong>la</strong>s</strong> pasiones y yo diría,<br />

hasta <strong>la</strong> muerte en cruz, es caminar <strong>con</strong> el Esposo crucificado. Pero, queridísima hija, fijaos bien que<br />

digo que ese abatimiento, esa humildad, ese <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> sí mismo hay que practicarlos <strong>con</strong> suavidad, <strong>con</strong><br />

paz, <strong>con</strong> <strong>con</strong>stancia y no sólo suavemente, sino alegre y gozosamente». ''<br />

Insiste diciendo a <strong>la</strong> Sra. <strong>de</strong> Chantal: «Humillémonos, os suplico, y no hablemos <strong>de</strong> nuestras l<strong>la</strong>gas y<br />

miserias más que a <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> <strong>la</strong> piedad divina. Pero recordad que <strong>de</strong>be hacerse <strong>con</strong> alegría».<br />

«Mostraos ante Dios gozosamente humil<strong>de</strong>, pero sed también alegre y humil<strong>de</strong> ante el mundo. Alegraos<br />

<strong>de</strong> que el mundo no os tenga en cuenta: si os estima, bur<strong>la</strong>os <strong>de</strong> él alegremente, reíos <strong>de</strong> sus juicios y <strong>de</strong><br />

vuestra miseria que los recibe; si no os estima, <strong>con</strong>so<strong>la</strong>os alegremente, pensando que al menos en esto, el<br />

mundo está en lo cierto. <strong>En</strong> cuanto a lo exterior, no finjáis una humildad visible, pero tampoco rehuyáis <strong>la</strong><br />

humildad; abrazad<strong>la</strong>, y siempre <strong>con</strong> gozo. Apruebo el rebajarse, a veces, a prestar servicios bajos, incluso<br />

a los inferiores... pero siempre sencil<strong>la</strong> y gozosamente. Lo repito mucho, porque es <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve <strong>de</strong> este<br />

misterio, para vos y para mí... Los oficios humil<strong>de</strong>s y externos son so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> corteza, pero sirven para<br />

<strong>con</strong>servar el fruto».''<br />

Él mismo nos hace esta <strong>con</strong>fesión <strong>de</strong> encantadora simplicidad, que resume toda <strong>la</strong> doctrina que acabamos<br />

<strong>de</strong> exponer: «Yo no sé cómo estoy hecho; aunque me veo miserable, eso no me turba, y, a veces, hasta<br />

me siento dichoso por ello, porque pienso que soy una buena tarea para <strong>la</strong> misericordia <strong>de</strong> Dios».''<br />

La libertad <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Dios<br />

Una vez liberados <strong>de</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong> inquietu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l espíritu y, mediante el amor a nuestra <strong>de</strong>bilidad, liberados<br />

también <strong>de</strong>l peso <strong>de</strong> nuestras miserias, tenemos todavía que <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong> nuestra propia voluntad,<br />

para progresar en <strong>la</strong> sencillez por una adhesión cada vez más íntima a <strong>la</strong> voluntad divina, hasta llegar al<br />

perfecto abandono.<br />

Y es que, como lo explica san <strong>Francisco</strong> <strong>de</strong> <strong>Sales</strong>, «<strong>la</strong> sencillez... no busca sino el puro amor <strong>de</strong> Dios, que<br />

no se encuentra más que en <strong>la</strong> mortificación <strong>de</strong> nosotros mismos; y, a medida que <strong>la</strong> mortificación crece,<br />

nos aproximamos más al lugar en el que po<strong>de</strong>mos en<strong>con</strong>trar su divino amor».<br />

Pero, ¡qué gran esfuerzo hay que hacer!, pues esa mortificación <strong>de</strong> nosotros mismos implica una<br />

<strong>con</strong>stante negación <strong>de</strong> nuestros gustos, una incesante renuncia a nuestras inclinaciones naturales para<br />

po<strong>de</strong>r «vivir según el espíritu» y no «según los sentidos y los sentimientos, que están en <strong>la</strong> carne».<br />

«Vivir según el espíritu, escribe el Santo a <strong>la</strong> Hermana <strong>de</strong> Blonay, es pensar, hab<strong>la</strong>r y actuar según <strong><strong>la</strong>s</strong><br />

virtu<strong>de</strong>s, que son <strong>de</strong>l espíritu, y no según los sentidos y los sentimientos, que están en <strong>la</strong> carne...<br />

Pero ¿cuáles son esas virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l espíritu? La fe, que nos enseña verda<strong>de</strong>s que están por encima <strong>de</strong> los<br />

sentidos; <strong>la</strong> esperanza, que nos hace aspirar a bienes invisibles; <strong>la</strong> caridad, que nos hace amar a Dios<br />

sobre todas <strong><strong>la</strong>s</strong> cosas y al prójimo como a nosotros mismos, <strong>con</strong> un amor no sensual, natural ni interesado,<br />

sino puro, firme e invariable, que tiene su fundamento en Dios...<br />

Vivir según el espíritu es amar según el espíritu; vivir según <strong>la</strong> carne es amar según <strong>la</strong> carne... Si una<br />

Hermana es dulce y agradable, yo <strong>la</strong> quiero mucho; el<strong>la</strong> también me quiere, me ayuda; mutuamente nos<br />

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