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En las fuentes de la alegria con S.Francisco de Sales - FUNDACIÓN ...

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inclinaciones; os obe<strong>de</strong>cerá, y, aunque parezca que lo hace a <strong>la</strong> fuerza, le será muy útil, <strong>con</strong> <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong><br />

Dios».<br />

El hábito <strong>de</strong> renunciamiento nos <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rá poco a poco <strong>de</strong> nosotros mismos y nos procurará un<br />

inmenso beneficio: <strong>la</strong> libertad <strong>de</strong> espíritu.Libertad <strong>de</strong> espíritu, que san <strong>Francisco</strong> <strong>de</strong> <strong>Sales</strong> <strong>de</strong>fine como<br />

«un <strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong>l corazón cristiano <strong>de</strong> todas <strong><strong>la</strong>s</strong> cosas, para seguir <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios tan pronto<br />

como ésta se manifieste...».«Pedimos al Señor ante todo que su nombre sea santificado, que venga su<br />

Reino, que se haga su voluntad en <strong>la</strong> tierra como en el cielo. Todo eso no es otra cosa sino el espíritu <strong>de</strong><br />

libertad; porque <strong>con</strong> tal que el nombre <strong>de</strong> Dios sea santificado, que su Majestad reine en nosotros, que se<br />

haga su voluntad, nuestro espíritu no se preocupa <strong>de</strong> nada más».<br />

Y en unas líneas dignas <strong>de</strong> ser meditadas, nos indica <strong><strong>la</strong>s</strong> señales, los efectos y <strong><strong>la</strong>s</strong> ocasiones <strong>de</strong> esa<br />

libertad:<br />

«Primera señal: el corazón que tiene esta libertad no está apegado a <strong><strong>la</strong>s</strong> <strong>con</strong>so<strong>la</strong>ciones, sino que recibe <strong><strong>la</strong>s</strong><br />

aflicciones <strong>con</strong> toda <strong>la</strong> dulzura que <strong>la</strong> carne le permite. No digo que no ame y no <strong>de</strong>see <strong><strong>la</strong>s</strong> <strong>con</strong>so<strong>la</strong>ciones,<br />

sino que no se apega a el<strong><strong>la</strong>s</strong> su corazón.<br />

«Segunda señal: tampoco se apega a los ejercicios espirituales, <strong>de</strong> modo que si <strong>la</strong> enfermedad u otro<br />

motivo se los impi<strong>de</strong>, no siente pena. No digo que no los ame; digo que no se apega a ellos.<br />

«Tercera señal: nunca pier<strong>de</strong> <strong>la</strong> alegría, porque ninguna privación es capaz <strong>de</strong> entristecer a quien<br />

no tiene el corazón apegado a nada. Y si a veces <strong>la</strong> pier<strong>de</strong>, será por poco tiempo.<br />

Los efectos <strong>de</strong> esta libertad son: una gran suavidad <strong>de</strong> espíritu, una gran dulzura y <strong>con</strong><strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia a<br />

todo lo que no es pecado o peligro <strong>de</strong> pecado. Es ese ánimo afable que se pliega a los actos <strong>de</strong> virtud y <strong>de</strong><br />

caridad. Por ejemplo: cuando un alma está apegada a <strong>la</strong> meditación, si <strong>la</strong> interrumpimos en el<strong>la</strong>, veremos<br />

que <strong>la</strong> <strong>de</strong>ja <strong>con</strong> disgusto, agitada y sorprendida. La que tiene <strong>la</strong> verda<strong>de</strong>ra libertad, irá <strong>con</strong> rostro sereno y<br />

<strong>de</strong> buen corazón adon<strong>de</strong> le pi<strong>de</strong> el importuno que <strong>la</strong> ha molestado, porque le es igual servir a Dios en <strong>la</strong><br />

meditación que servirlo soportando al prójimo: ambas cosas son voluntad <strong>de</strong> Dios, pero en ese momento<br />

lo más necesario es soportar al prójimo.<br />

Son buenas ocasiones para ejercer esta libertad, todas <strong><strong>la</strong>s</strong> cosas que nos suce<strong>de</strong>n <strong>con</strong>tra nuestra<br />

inclinación, pues quien no se ha apegado a el<strong>la</strong>, no se impacienta cuando <strong>la</strong> <strong>con</strong>trarían».<br />

Esa es, nos dice el santo obispo, «<strong>la</strong> libertad <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Dios», a <strong>la</strong> que él nos l<strong>la</strong>ma, cuando, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> habernos pedido que seamos «sencillos como palomas», nos invita a hacernos «como niños<br />

pequeños».<br />

El Santo observa: «un niño, cuando es muy pequeño, es tan sencillo que no <strong>con</strong>oce más que a su madre;<br />

sólo tiene un amor: el <strong>de</strong> su madre; y un solo <strong>de</strong>seo: el regazo <strong>de</strong> su madre; mientras está en el regazo<br />

materno no quiere nada más. El alma que tiene <strong>la</strong> perfecta sencillez, sólo tiene un amor, que es el <strong>de</strong> Dios,<br />

y en este amor tiene una so<strong>la</strong> pretensión: <strong>la</strong> <strong>de</strong> recostar su cabeza en el pecho <strong>de</strong>l Padre celestial, y allí,<br />

como un hijo amado, hacer su morada, <strong>de</strong>jando todo su cuidado en su Padre, sin que ya nunca vuelva a<br />

preocuparse sino <strong>de</strong> permanecer en esta santa <strong>con</strong>fianza»."<br />

Durante toda su vida, los hijos <strong>de</strong>l Padre celestial «<strong>de</strong>ben caminar invariablemente en espíritu <strong>de</strong><br />

sencillez, <strong>de</strong> abandono, y entregando su alma, sus acciones y sus éxitos en manos <strong>de</strong> Dios, mediante un<br />

amor <strong>de</strong> perfecta y absoluta <strong>con</strong>fianza, abandonándose a <strong>la</strong> merced y al cuidado <strong>de</strong>l amor eterno que <strong>la</strong><br />

divina Provi<strong>de</strong>ncia tiene para ellos».<br />

La pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l mundo y <strong>la</strong> pru<strong>de</strong>ncia sobrenatural<br />

Este amor <strong>de</strong> perfecta y absoluta <strong>con</strong>fianza nos mantiene en el más puro espíritu <strong>de</strong> fe; inspira nuestros<br />

esfuerzos por lograr criterios sobrenaturales, ayudándonos así a buscar en todas <strong><strong>la</strong>s</strong> cosas <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> Dios<br />

y a no vivir ya sino para <strong>la</strong> eternidad.<br />

El obispo escribe a <strong>la</strong> Sra. <strong>de</strong> Chantal, a <strong>la</strong> que sus asuntos le habían obligado a ir a Borgoña:<br />

«Os suplico, mi queridísima hija, estad muy unida a Jesucristo, a nuestra Señora, a vuestro buen ángel en<br />

todos vuestros asuntos, para que su gran número no os turbe ni su dificultad os agobie. Haced uno tras<br />

otro lo mejor que podáis, poned toda vuestra atención en ellos, pero suavemente. Si Dios quiere que os<br />

salgan bien, le ben<strong>de</strong>ciremos; si no lo quiere, también le ben<strong>de</strong>ciremos. Os <strong>de</strong>be bastar el haber puesto<br />

toda vuestra buena fe buscando el éxito, pues nuestro Señor y nuestra razón no exigen los resultados ni<br />

sus <strong>con</strong>secuencias, sino que pi<strong>de</strong>n nuestra fiel y franca <strong>de</strong>dicación, nuestro empeño y diligencia, porque<br />

todo esto <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> nosotros, pero el éxito no. Dios ben<strong>de</strong>cirá vuestra buena intención en este viaje y en<br />

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