10.05.2013 Views

En las fuentes de la alegria con S.Francisco de Sales - FUNDACIÓN ...

En las fuentes de la alegria con S.Francisco de Sales - FUNDACIÓN ...

En las fuentes de la alegria con S.Francisco de Sales - FUNDACIÓN ...

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

«No <strong>de</strong>bemos asustarnos <strong>de</strong> <strong><strong>la</strong>s</strong> muchas caídas por <strong>de</strong>bilidad, dice el Santo; pero sí <strong>de</strong>bemos, por una<br />

parte, <strong>de</strong>testar <strong>la</strong> ofensa que Dios recibe, y por otra, tener una cierta humildad gozosa que se alegra al ver<br />

y re<strong>con</strong>ocer nuestra miseria» . Y en este mismo sentido escribe:<br />

«Mirad tanto vuestras faltas como <strong><strong>la</strong>s</strong> <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más <strong>con</strong> compasión más que <strong>con</strong> indignación, <strong>con</strong> más<br />

humildad que severidad» .«Hay que tener paciencia en lugar <strong>de</strong> amargarse por el <strong>de</strong>s<strong>con</strong>tento que se<br />

siente al caer en una falta».<br />

Y explica <strong>la</strong> razón <strong>de</strong> esto a una <strong>de</strong> sus dirigidas:<br />

«Hay dos cosas que <strong>de</strong>bemos mantener unidas: un gran amor al bien y al exacto cumplimiento <strong>de</strong><br />

nuestros ejercicios <strong>de</strong> oración y <strong>de</strong> virtu<strong>de</strong>s; y nunca turbarnos, inquietarnos ni asombrarnos si<br />

cometemos faltas. La primera <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> nuestra fi<strong>de</strong>lidad, que <strong>de</strong>be ser total y crecer cada minuto; <strong>la</strong><br />

segunda <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>bilidad, que nos acompañará durante toda nuestra vida mortal.Queridísima<br />

hija, al caer en una falta, examinemos enseguida nuestro corazón y preguntémosle si sigue teniendo una<br />

viva y total resolución <strong>de</strong> servir a Dios; espero que nos responda que sí y que sufriría mil veces <strong>la</strong> muerte<br />

antes que separarse <strong>de</strong> esta resolución. Sigamos preguntándole: ¿por qué entonces esos tropiezos, por qué<br />

eres tan cobar<strong>de</strong>? Y él respon<strong>de</strong>rá: me cogió por sorpresa... no sé cómo... pero estoy muy pesaroso. ¿Qué<br />

vamos a hacer sino perdonarlo? Pues no ha faltado por infi<strong>de</strong>lidad, sino por <strong>de</strong>bilidad».<br />

<strong>En</strong> <strong>la</strong> Introducción se extien<strong>de</strong> <strong>la</strong>rgamente sobre este punto:<br />

«Aunque lo razonable es que nuestras faltas nos <strong>de</strong>n pena y disgusto, <strong>de</strong>bemos cuidar <strong>de</strong> que esa pena no<br />

sea amarga, malhumorada, <strong>de</strong>spechada y colérica. Porque caen en otra gran falta los que, habiéndose<br />

encolerizado, se enfadan por haberse enfadado, se apenan por haberse apenado y se indignan por haberse<br />

indignado. Con lo cual tienen el corazón agriado y <strong>de</strong>stemp<strong>la</strong>do por <strong>la</strong> cólera; y aunque parezca que <strong>la</strong><br />

segunda cólera acaba <strong>con</strong> <strong>la</strong> primera, lo cierto es que sirve <strong>de</strong> paso a otro nuevo estallido <strong>de</strong> cólera en<br />

cuanto se presente <strong>la</strong> ocasión. A<strong>de</strong>más, esa cólera, indignación y amargura <strong>con</strong>tra sí mismo tien<strong>de</strong>n al orgullo<br />

y proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l amor propio, que se turba e inquieta al vernos imperfectos».<br />

Ya hemos <strong>de</strong>scubierto <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ga <strong>de</strong> nuestro corazón. Sólo <strong>la</strong> humil<strong>de</strong> dulzura podrá curar<strong>la</strong>. «<strong>En</strong> cuanto a<br />

mí -<strong>con</strong>tinúa san <strong>Francisco</strong> <strong>de</strong> <strong>Sales</strong>-, si tuviera, por ejemplo, mucho empeño en no caer en el vicio <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

vanidad y, sin embargo, hubiera tenido una caída gran<strong>de</strong>, no reñiría a mi corazón diciéndole: `¿Ves qué<br />

miserable y abominable eres? Después <strong>de</strong> tantos propósitos te has <strong>de</strong>jado llevar <strong>de</strong> <strong>la</strong> vanidad. Muérete <strong>de</strong><br />

vergüenza y no levantes los ojos al cielo. ¡Ciego, <strong>de</strong>svergonzado, traidor y <strong>de</strong>sleal para <strong>con</strong> tu Dios! Y<br />

otras cosas semejantes. Sino que le corregiría razonando y compa<strong>de</strong>ciéndole: Vaya, ¡pobre corazón mío!,<br />

¡ya estamos otra vez en <strong>la</strong> fosa <strong>de</strong> <strong>la</strong> que habíamos resuelto escapar! ¡Levantémonos y <strong>de</strong>jémos<strong>la</strong> para<br />

siempre! Pidamos <strong>la</strong> misericordia <strong>de</strong> Dios y esperemos que el<strong>la</strong> nos ayu<strong>de</strong> para ser <strong>de</strong> ahora en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte<br />

más firmes y vayamos por el camino <strong>de</strong> <strong>la</strong> humildad. ¡Ánimo! Des<strong>de</strong> hoy estemos vigi<strong>la</strong>ntes, Dios nos<br />

ayudará y haremos mucho».Y termina:<br />

«Levantad, pues, el corazón cuando esté caído, suavemente, humillándoos mucho ante Dios al <strong>con</strong>ocer<br />

vuestra miseria, sin asombraros <strong>de</strong> <strong>la</strong> caída, ya que no es nada extraño que <strong>la</strong> <strong>de</strong>bilidad sea débil y <strong>la</strong><br />

miseria miserable. Detestad, sin embargo, <strong>con</strong> toda el alma, <strong>la</strong> ofensa que habéis hecho a Dios, y,<br />

<strong>con</strong>fiando en su misericordia, <strong>con</strong> mucho ánimo volveos al camino <strong>de</strong> <strong>la</strong> virtud que habíais<br />

abandonado».''<br />

No cesa <strong>de</strong> a<strong>con</strong>sejar eso en sus cartas:<br />

«Ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> por <strong>la</strong> mañana, preparad vuestra alma para <strong>la</strong> tranquilidad; tened gran cuidado a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong>l<br />

día <strong>de</strong> recordárselo a menudo y <strong>de</strong> no <strong>de</strong>jar<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> mano. Si os viene algún disgusto, no os asustéis ni os<br />

entristezcáis; al daros cuenta, humil<strong>la</strong>os ante Dios y tratad <strong>de</strong> recuperar <strong>la</strong> paz <strong>de</strong> vuestro espíritu. Decid a<br />

vuestra alma: ¡ay!, hemos dado un mal paso; prosigamos ahora <strong>con</strong> más cuidado. Y haced lo mismo cada<br />

vez que caigáis».<br />

La aba<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Port-Royal, Angélica Arnauld, era <strong>de</strong>masiado exigente <strong>con</strong>sigo misma: «Querida hija, sois<br />

<strong>de</strong>masiado severa <strong>con</strong> esa pobre joven; no hay que hacerle tantos reproches ya que está llena <strong>de</strong> buenos<br />

<strong>de</strong>seos; <strong>de</strong>cidle que por muchas veces que caiga, nunca se asombre, ni se indigne <strong>con</strong>tra sí misma. Que<br />

mire más bien a nuestro Señor, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo <strong>la</strong> <strong>con</strong>temp<strong>la</strong> como un Padre a su hija, todavía muy<br />

pequeña, para ayudar<strong>la</strong> en sus primeros pasos, y le dice: `Muy bien, hija mía', y, aunque el<strong>la</strong> se caiga, <strong>la</strong><br />

anima... se acerca y le tien<strong>de</strong> <strong>la</strong> mano. Si <strong>la</strong> niña es humil<strong>de</strong> y se sabe niña, no se asustará <strong>de</strong> haber caído<br />

porque no habrá sido <strong>de</strong> muy alto».<br />

Por el <strong>con</strong>trario, <strong>la</strong> Hna. Roget merece ser elogiada; por ese camino <strong>de</strong> dulzura, <strong>de</strong> alegre humildad,<br />

marcha segura hacia <strong>la</strong> santidad. El obispo le escribe:«Hay que ser muy valiente para superar todos esos<br />

60

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!