En las fuentes de la alegria con S.Francisco de Sales - FUNDACIÓN ...
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«Hay que permanecer <strong>con</strong>stante y firme junto a <strong>la</strong> cruz, incluso en <strong>la</strong> cruz, si Dios quiere que estemos en<br />
el<strong>la</strong>. Dichosos los crucificados porque serán glorificados».'<br />
Y juzga «vano y vil» al corazón «que hace su nido en árbol distinto al <strong>de</strong> <strong>la</strong> cruz»<br />
Se podría extraer <strong>de</strong> su correspon<strong>de</strong>ncia una serie <strong>de</strong> pensamientos semejantes, <strong>de</strong> una exigencia tal que<br />
impresiona mucho.<br />
«Las virtu<strong>de</strong>s que crecen en <strong>la</strong> prosperidad suelen ser débiles e in<strong>con</strong>sistentes, y <strong><strong>la</strong>s</strong> que han nacido entre<br />
aflicciones son fuertes y firmes. Como se suele <strong>de</strong>cir, «los mejores vinos crecen entre <strong><strong>la</strong>s</strong> piedras».<br />
«El bien que se hace sin dificultad no parece ser <strong>de</strong> <strong>la</strong> misma especie que el bien <strong>de</strong> los antiguos<br />
cristianos».<br />
«Sin embargo, es seguro que esa buena obra"' no se hará sin algunas <strong>con</strong>tradicciones, pues sin el<strong><strong>la</strong>s</strong>, no<br />
sería buena ».<br />
«Las tribu<strong>la</strong>ciones no serían tribu<strong>la</strong>ciones si no afligieran y los servidores <strong>de</strong> Dios no están libres <strong>de</strong> el<strong><strong>la</strong>s</strong>,<br />
porque <strong>la</strong> felicidad les está reservada para <strong>la</strong> vida futura». «Las tribu<strong>la</strong>ciones son más preciosas que el oro<br />
y que el <strong>de</strong>scanso, para <strong><strong>la</strong>s</strong> almas que Dios ha escogido» .«<strong>En</strong> resumen: siempre será cierto que los que<br />
aspiran a tener parte <strong>con</strong> Jesús glorificado, <strong>de</strong>berán antes tener<strong>la</strong> <strong>con</strong> Jesús crucificado».<br />
7.-LA PAZ INTERIOR (primera parte)<br />
Hay que vivir <strong>con</strong> paz siempre y en todo<br />
«Nuestro Señor nos dará su paz cuando nos sometamos a vivir <strong>con</strong> mansedumbre en <strong>la</strong> guerra».<br />
San <strong>Francisco</strong> <strong>de</strong> <strong>Sales</strong> escribía en 1605 a <strong>la</strong> aba<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Puits d'Orbe:<br />
«Hay que vivir <strong>con</strong> paz siempre y en todo. Si tenemos una pena interior o exterior, <strong>de</strong>bemos recibir<strong>la</strong> <strong>con</strong><br />
paz. Si nos llega una gran alegría, hay que recibir<strong>la</strong> <strong>con</strong> paz, sin estremecernos por ello. Si hay que huir<br />
<strong>de</strong> un mal, que sea <strong>con</strong> paz, sin turbarnos; <strong>de</strong> no hacerlo así, podríamos caernos al huir, dando facilidad al<br />
enemigo para matarnos. Si hay que hacer el bien, hagámoslo <strong>con</strong> paz, pues si nos apresuramos,<br />
cometeremos muchas faltas. Hasta <strong>la</strong> penitencia hay que hacer<strong>la</strong> <strong>con</strong> paz; <strong>de</strong>cía un penitente: mi amargura<br />
se me volvió paz».<br />
<strong>En</strong> esa misma carta el obispo indicaba a <strong>la</strong> aba<strong>de</strong>sa el medio <strong>de</strong> mantenerse <strong>con</strong>tinuamente en paz:<br />
«Hagamos tres cosas, mi queridísima hija, y tendremos paz: tengamos <strong>la</strong> recta intención <strong>de</strong> querer en todo<br />
el honor <strong>de</strong> Dios y su gloria, hagamos <strong>de</strong> nuestra parte, <strong>con</strong> este fin, lo poco que podamos, según el<br />
<strong>con</strong>sejo <strong>de</strong> nuestro padre espiritual, y <strong>de</strong>jemos que Dios cui<strong>de</strong> <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>más. Quien tiene a Dios por objeto<br />
<strong>de</strong> sus intenciones y hace lo que pue<strong>de</strong>, no tiene por qué atormentarse, ni turbarse, ni temer. ¡No, no! Dios<br />
no es tan terrible para <strong>con</strong> los que ama. Se <strong>con</strong>tenta <strong>con</strong> poco porque sabe bien que no tenemos mucho.<br />
Sabed, mi querida hija, que en <strong>la</strong> Escritura se l<strong>la</strong>ma a nuestro Señor Príncipe <strong>de</strong> <strong>la</strong> Paz, y, por tanto,.allí<br />
don<strong>de</strong> Él es el dueño absoluto, todo está en paz. Pero también es cierto que antes <strong>de</strong> traer <strong>la</strong> paz a un<br />
lugar, trae <strong>la</strong> guerra, separando al corazón y al alma <strong>de</strong> sus más queridos, cercanos y ordinarios afectos,<br />
como son el <strong>de</strong>smesurado amor <strong>de</strong> sí mismo, <strong>la</strong> <strong>con</strong>fianza en sí mismo, <strong>la</strong> comp<strong>la</strong>cencia en sí mismo y<br />
otros afectos semejantes.<br />
Cuando nuestro Señor nos separa <strong>de</strong> estas pasiones tan queridas y acariciadas, parece que nos <strong>de</strong>suel<strong>la</strong> el<br />
corazón en vivo, por lo que sentimos mucha amargura y casi no se pue<strong>de</strong> impedir que se resista uno <strong>con</strong><br />
toda el alma, porque esa separación es dolorosa. Sin embargo, esa resistencia <strong>de</strong>l espíritu es <strong>con</strong> paz, y,<br />
aunque agobiados por <strong>la</strong> pena, nuestra voluntad sigue resignada ante <strong>la</strong> <strong>de</strong> nuestro Señor y <strong>la</strong> tenemos allí,<br />
c<strong>la</strong>vada a su divino beneplácito y sin <strong>de</strong>jar nuestra tarea y nuestros trabajos, sino haciéndolos <strong>con</strong> mucho<br />
ánimo».<br />
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