XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclos A, B ... - Autores Catolicos
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HAGIOGRAFÍA<br />
El alma de Agustín y la de Virgilio<br />
“Su pasión era Virgilio. Lo leía y releía sin<br />
cesar; se lo sabia de memoria. En sus escritos más<br />
serios citará hasta el final de su vida versos y<br />
pasajes enteros de su poeta preferido. La aventura de<br />
Dido le emocionaba especialmente hasta saltar las<br />
lágrimas. Era preciso arrancarle el libro de las<br />
manos”.<br />
“Esto se explica por la secreta armonía existente<br />
entre el alma de Virgilio y la de Agustín. Los dos eran<br />
<strong>del</strong>icados y graves. Tanto el gran poeta como el humilde<br />
alumno sintieron compasión por la reina cartaginesa;<br />
hubieran querido salvarla, dulcificar al menos su<br />
desgracia, o doblegar un poco la insensibilidad de<br />
Eneas y el rigor <strong>del</strong> destino. Poro qué, el amor es una<br />
enfermedad sagrada, un castigo enviado por los dioses.<br />
Después de todo, es justo que el culpable expíe su pena<br />
hasta el final. Además, grandes cosas van a surgir de<br />
este pobre amor. De ello depende el porvenir de dos<br />
imperios. ¿Qué significa una mujer ante Roma y Cartago?<br />
En fin, ella debe morir: los dioses lo han querido...<br />
Había en todo eso una emoción contenida, un sentimiento<br />
profundo, un acento piadoso que conmovía el corazón de<br />
Agustín, todavía ignorante de sí mismo. Esta obediencia<br />
<strong>del</strong> héroe virgiliano a la voluntad celestial dejaba ya<br />
entrever en él la humildad de un futuro cristiano”.<br />
“Ciertamente, en esos años ajetreados de la<br />
adolescencia, Agustín vislumbraba sólo confusamente el<br />
alto significado religioso <strong>del</strong> poema de Virgilio.<br />
Llevado de su naturaleza fogosa, se entregaba al<br />
encanto conmovedor de esta historia novelada; la vivía<br />
junto con la heroína, al pie de la letra. Lanzaba<br />
verdaderos gritos cuando sus maestros le entregaban las<br />
imprecaciones de Dido agonizante para que las pasara a<br />
prosa latina. Indefenso contra los espejismos <strong>del</strong><br />
corazón y de la concupiscencia, agotaba con el<br />
pensamiento y de un solo golpe toda la fuerza de la<br />
pasión”. (Louis Bertrand: San Agustín, Patmos 101, p.<br />
71-72).<br />
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