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XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclos A, B ... - Autores Catolicos

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HAGIOGRAFÍA<br />

Tesis.-Nosotros a Dios siempre le causamos afán misericordioso (A), tanto que<br />

Él mismo se nos da (B). Fuera de Él, sólo vaciedad (C).<br />

Lema.-La voluntad divina (C) es el tesoro eterno (A) que sacia a todos (B).<br />

La glotonería en los sacrificios paganos.<br />

Seny.-Hermenegildo Altozano.<br />

“Las invervenciones en la economía producen resultados contrarios a los fines que<br />

la propia medida intervencionista pretende alcanzar. La economía se rige por leyes<br />

que, al igual que las leyes de la física, son inderogables y se cumplen con<br />

independencia de la voluntad de sus destinatarios”.<br />

“La glotonería y la embriaguez de los romanos causaba<br />

extrañeza. Era tan poco noble este espectáculo y tan escandalosa<br />

la intemperancia pública que el prefecto Ampelius tuvo que<br />

dictar un decreto prohibiendo que las personas de respeto<br />

comieran en la calle, que los vendedores de vino abrieran sus<br />

tiendas antes de las diez de la mañana y que los vendedores<br />

ambulantes despacharan carne cocida antes de una hora<br />

determinada <strong>del</strong> día. Pero todo fue en balde. La misma religión<br />

alentaba incluso esta glotonería y los sacrificios paganos eran<br />

sólo un pretexto para la juerga. Bajo Juliano, que abusaba de<br />

estos excesos, los soldados se emborrachaban y se atiborraban de<br />

carne en los templos, de los que salían tambaleándose; algunos<br />

transeúntes, requeridos por la fuerza, tenían que transportarlos<br />

sobre sus hombros hasta sus respectivos cuarteles”.<br />

“Para comprender la austeridad e intransigencia de la<br />

reacción cristiana, conviene tener en cuenta todo esto. Este<br />

pueblo de Roma, como todos los paganos en general, era<br />

terriblemente materialista y sensual. La dificultad por<br />

despegarse de la materia y de los sentidos será el mayor<br />

obstáculo que retrasará la conversión de Agustín. Y, con todo y<br />

eso, él era un intelectual y un espíritu <strong>del</strong>icado. Qué pensar de<br />

la muchedumbre. Esa gente sólo pensaba en beber, comer y cometer<br />

excesos”. (Luis Bertrand: San Agustín, c. III).<br />

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