XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclos A, B ... - Autores Catolicos
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HISTORIA<br />
La falta de clara acusación llamativa y discordante con<br />
el fervor republicano lleva al grosero Hébert a<br />
inventarse una infame acusación contra la Reina.<br />
Stephan Zweig: María Antonieta.<br />
Es un momento en el que la República está como<br />
decaída. Y en La Convención suela la voz que la puede<br />
hacer revivir: el terror como llamada. ”Pongamos el<br />
terror al orden <strong>del</strong> día”; esta frase espantosa resuena<br />
cruelmente en la sala de la Convención, y sin<br />
miramiento alguno confirman los hechos esta amenaza.<br />
Los girondinos son puestos fuera de ley, el duque de<br />
Orleáns y muchos otros son transferidos al Tribunal<br />
Revolucionario. La cuchilla está vibrando cuando se<br />
levanta Billaud-Varennes y declara: ”La Convención<br />
Nacional acaba de dar un gran ejemplo de severidad<br />
frente a los traidores que preparan la ruina <strong>del</strong> país;<br />
pero todavía le falta dar un importante decreto. Una<br />
mujer, vergüenza de la humanidad y de su sexo, la viuda<br />
de Capet, debe por fin expiar en el patíbulo sus<br />
crímenes. Ya se dice públicamente por todas partes que<br />
ha sido vuelta a llevar al Temple, que se la ha juzgado<br />
en secreto y que el tribunal Revolucionario la ha<br />
declarado inocente, como si la mujer que ha hecho<br />
derramar la sangre de muchos millares de franceses<br />
pudiera ser absuelta por un jurado francés. Pido que el<br />
Tribunal Revolucionario se pronuncie esta semana sobre<br />
su suerte”.<br />
“Pero el acusador público que de ordinario trabaja<br />
sin descanso, fría y velozmente como una máquina vacila<br />
también ahora de modo espantoso. Ni en esta semana ni<br />
en la siguiente ni siquiera en la otra presenta su<br />
acusación contra la Reina; no se sabe si alguien<br />
secretamente le detiene la mano o si aquel hombre de<br />
corazón de bronce que en general transforma con<br />
celeridad de prestidigitador el papel en sangre y la<br />
sangre en papel no tiene realmente aún entre sus manos<br />
ningún firme documento probatorio. Escribe al Comité de<br />
Salud Pública que le envíen el material <strong>del</strong> proceso, y<br />
asombrosamente también el Comité de Salud por su parte<br />
se mueve con la misma sorprendente lentitud. Finalmente<br />
empaqueta algunos papeles sin importancia, las<br />
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