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La ultima morada. Zona Prohibida.

¡La búsqueda ha terminado! Un grupo de viajeros extraterrestres ha arribado a la Tierra con intenciones desconocidas. Maravillados por la hermosura del planeta deciden descender a investigar; mientras, en el bosque Amazónico, el comandante de operaciones John Waterstone lidera un proyecto secreto del gobierno de los Estados Unidos, pero todo sale mal para las dos partes involucradas... Por otra parte, Miguel ha confirmado el diagnostico de su enfermedad, sin saber que pronto cambiará todo en su vida. ¿Qué les depara el destino a estos seres? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Quienes son y de donde provienen? ¿Cómo y por qué cambiará la vida de Miguel?

¡La búsqueda ha terminado! Un grupo de viajeros extraterrestres ha arribado a la Tierra con intenciones desconocidas. Maravillados por la hermosura del planeta deciden descender a investigar; mientras, en el bosque Amazónico, el comandante de operaciones John Waterstone lidera un proyecto secreto del gobierno de los Estados Unidos, pero todo sale mal para las dos partes involucradas... Por otra parte, Miguel ha confirmado el diagnostico de su enfermedad, sin saber que pronto cambiará todo en su vida. ¿Qué les depara el destino a estos seres? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Quienes son y de donde provienen? ¿Cómo y por qué cambiará la vida de Miguel?

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- ¡Bien, así me gusta! ¡Doblemos la apuesta, subamos a 100 kilos! – exclamó el instructor,<br />

sorprendido por la fortaleza del joven.<br />

Tofalos-Smith cargó la barra con las nuevas pesas e hizo su levantamiento, esforzándose un poco<br />

en levantar la barra. Al terminar, depositó la pesa en el suelo y la pateó a los pies de Neilaress,<br />

dándole a entender que era su turno.<br />

- ¡Ahora te toca a ti! Si no puedes levantarla, te quedaras sin cena esta noche.<br />

Neilaress no entendió el reto que le hizo el hombre, pero igualmente levantó la barra, sin ningún<br />

esfuerzo. El instructor celebró el levantamiento, aplaudiendo al muchacho.<br />

- ¡Guau, sí que tienes fuerza, extraterrestre! Ahora se viene lo mejor, ¡carguemos 150 kilos!<br />

Tofalos-Smith puso los discos en la barra e hizo rápidamente su levantamiento, comenzando a<br />

sudarle el rostro por el esfuerzo. Bajó el peso a sus pies y se secó las sudorosas palmas en su<br />

pantalón, resoplando y festejando. Neilaress se aproximó cautelosamente al hombre –siendo<br />

apuntado todo el tiempo por las armas de los soldados–, tomó la barra desde uno de los extremos<br />

y sacó las trabas que aseguraban los discos. Comenzó a cargar la barra con todos los discos que<br />

quedaban en el carro, trabándolos nuevamente, produciendo una sonrisa en el rostro del<br />

instructor.<br />

- Está bien ser competitivo, extraterrestre. Sin embargo, tanto peso te quebrará los brazos<br />

antes de que lo cargues. No te detendré, queda bajo tu responsabilidad si te dañas.<br />

Neilaress se inclinó frente a la barra, frotando sus manos en el piso para empolvarlas, y la tomó<br />

con sumo cuidado, deteniéndose en sus hombros y elevándola lentamente por sobre estos sin<br />

realizar el salto, manteniéndola en esa posición por varios segundos y dejándola caer<br />

violentamente al suelo.<br />

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