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La ultima morada. Zona Prohibida.

¡La búsqueda ha terminado! Un grupo de viajeros extraterrestres ha arribado a la Tierra con intenciones desconocidas. Maravillados por la hermosura del planeta deciden descender a investigar; mientras, en el bosque Amazónico, el comandante de operaciones John Waterstone lidera un proyecto secreto del gobierno de los Estados Unidos, pero todo sale mal para las dos partes involucradas... Por otra parte, Miguel ha confirmado el diagnostico de su enfermedad, sin saber que pronto cambiará todo en su vida. ¿Qué les depara el destino a estos seres? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Quienes son y de donde provienen? ¿Cómo y por qué cambiará la vida de Miguel?

¡La búsqueda ha terminado! Un grupo de viajeros extraterrestres ha arribado a la Tierra con intenciones desconocidas. Maravillados por la hermosura del planeta deciden descender a investigar; mientras, en el bosque Amazónico, el comandante de operaciones John Waterstone lidera un proyecto secreto del gobierno de los Estados Unidos, pero todo sale mal para las dos partes involucradas... Por otra parte, Miguel ha confirmado el diagnostico de su enfermedad, sin saber que pronto cambiará todo en su vida. ¿Qué les depara el destino a estos seres? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Quienes son y de donde provienen? ¿Cómo y por qué cambiará la vida de Miguel?

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desinfectando la puñalada y oxigenándole. Dentro de los documentos del herido se encontraba un<br />

carnet de donante de órganos, donde estaba anotado su grupo sanguíneo, permitiendo la<br />

transfusión de sangre necesaria.<br />

Después de un rato aguardando en la sala de espera, una enfermera se acercó a las mujeres,<br />

hablándole a Mirta. Le comunicó que Miguel se encontraba estable, había perdido dos litros y<br />

medio de sangre, pero la pronta atención fue la determinante en que sobreviviera al ataque. <strong>La</strong><br />

anciana recuperó el aliento perdido, calmándose los nervios que la incertidumbre de la espera le<br />

produjera. Se incorporó del asiento, queriendo ver a su nieto, pero no podía entrar en ese<br />

momento, debía esperar, sentándose de nuevo, asistida por la muchacha salvadora.<br />

<strong>La</strong> relajada anciana le agradeció a la viajera el haberle ayudado, como saliendo de un trance,<br />

deshaciéndose en gratitud y bendiciones para la chica, sorprendiéndola con el súbito cambio de<br />

actitud. Comenzó a preguntarle su nombre, de donde venía, donde iba, etc., notando que no<br />

comprendía lo que le hablaba, llevándole a pensar que era extranjera, sobre todo tomando en<br />

cuenta el bolso que cargaba. El estado de sus ropas le indicaba a Mirta que quizás había sufrido un<br />

accidente, podía estar extraviada o haber perdido la memoria. Quizás por eso no le entendía.<br />

Mirta se acercó a un enfermero que pasaba por el lugar y le explicó la supuesta situación de la<br />

muchacha, destacando la ayuda que le dispendió con su nieto y mostrándole la herida que recibió<br />

en la palma de la mano por ello. El profesional instó a la viajera a acompañarle, para curar su corte<br />

y evaluarla, tomando sus datos para corroborar si había alguien con sus características reportada<br />

como desaparecida.<br />

El enfermero curó la herida de la muchacha, cubriendo el corte con un gran parche de gasa estéril;<br />

mientras le preguntaba si sabía su nombre, donde estaba y la fecha actual. Al ver que la respuesta<br />

de la chica era una especie de mueca que expresaba incomprensión, comenzó a repreguntar lo<br />

mismo, esta vez en inglés, con acento un poco tosco. <strong>La</strong> respuesta fue la misma. No hablaba más<br />

idiomas e intento preguntar con mímicas, moviéndose de forma ridícula para hacerse entender,<br />

recibiendo una mirada indiferente de la muchacha, que se levantó de la camilla en la que estaba<br />

sentada y se despidió de él, moviendo la mano parchada de lado a lado.<br />

Salió de la habitación en que fue atendida y volvió al lado de Mirta, mostrándole el vendaje en su<br />

mano. <strong>La</strong> abuela le había guardado la última galleta a la joven, entregándosela dentro del<br />

envoltorio, retribuyéndole a la anciana al mismo tiempo con una de las frutas que le dieron los<br />

hombres de la mina del norte. Comieron en silencio, pasando lentamente el tiempo en la sala,<br />

cada una cavilando por separado.<br />

Mirta rezaba mentalmente para que Miguel se recuperara pronto, no merecía pasarlo más mal, le<br />

bastaba con la enfermedad de sus ojos y eso ya era terrible. <strong>La</strong> joven viajera no pensaba, calculaba.<br />

Los kozou en el cuerpo del desafortunado joven habían reparado inicialmente la arteria dañada,<br />

dejando de tarea a su cuerpo las reparaciones finales, y ahora viajaban por el torrente sanguíneo<br />

de este, revisando la estructura interna del muchacho. Esta era la nueva ocurrencia de la viajera,<br />

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