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ICONOLATRÍA 29<br />
* * »<br />
Y es también imposible, aún para el<br />
más sincero dentro<br />
de la Iglesia romana, dar un paso atrás sobre este<br />
punto. Ha caminado muy lejos el <strong>romanismo</strong>. El propio<br />
pueblo creyente,<br />
mecido y adormecido durante siglos por<br />
estas representaciones de una fe decadente y supersticiosa,<br />
se revolvería airado contra quienes intentaran arrebatarles<br />
estas cosas para ellos <strong>fundamentales</strong> en el ejercicio<br />
de su fe. Si alguien se atreviera a lanzar su grito<br />
de guerra "iconoclasta", se vería inmediatamente acosado<br />
por una furiosa turbamulta que, como en siglos pasados<br />
y contra el apóstol Pablo, gritó en la vieja ciudad de<br />
Efeso: "Grande es la diosa Diana de los efesios". Y cosa<br />
de Dios fue que el genio <strong>del</strong> cristianismo no pereciera<br />
a manos de la multitud enfurecida, fanatizada por un<br />
sacerdocio pagano y una iglesia embrujada por el sortilegio<br />
nefasto de una superstición y una idolatría diabólicas.<br />
Sin embargo, sabemos que se acerca el<br />
día en que las<br />
almas verdaderamente cristianas y piadosas se acostumbrarán<br />
a adorar a Dios en "espíritu y verdad", porque<br />
Dios busca tal<br />
clase de adoradores. Las imágenes no serán<br />
echadas de menos. Las señales de los tiempos son<br />
precisas. Hoy mismo existen ya muchos templos católicoromanos<br />
en los que apenas si existe alguna imagen<br />
religiosa. La fe en la iconolatría va cediendo terreno a la<br />
verdad <strong>del</strong> Evangelio puro. La luz de Dios tarda mucho<br />
en penetrar corazón adentro. Se diría que su labor es lenta,<br />
pero constante, como el trabajo <strong>del</strong> mar sobre el acantilado.<br />
Sabemos que no es el camino de la violencia quien<br />
puede vencer a la iconolatría romana. La lucha en el<br />
siglo veinte contra el paganismo religioso no debe enta-