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34 CLAUDIO GUTIÉRREZ MARÍN<br />
lamento produce en nosotros contemplar el espectáculo<br />
diario de millares de creyentes, inclinando su espíritu y<br />
su cuerpo ante las imágenes convertidas en ídolos por<br />
la credulidad de las gentes y la nefasta indiferencia de<br />
su Iglesia.<br />
Y nuestro corazón se conmueve hasta lo íntimo y se<br />
deshace dentro de nosotros, como el <strong>del</strong> apóstol Pablo<br />
en la ciudad de Atenas, viendo a tantas criaturas dadas<br />
a la idolatría. No risa de burla sino plegaria encendida<br />
es la que debe brotar de nuestra fe, impetrando el descenso<br />
divino <strong>del</strong> Espíritu Santo a cada corazón, para que<br />
sea Él quien conduzca por la senda de la verdad a quienes,<br />
por ignorancia o fanatismo, no pueden ver y recrearse<br />
en la luz santa <strong>del</strong> Dios verdadero.<br />
Pecado es el hacer una imagen religiosa, pero mayor<br />
pecado aún es el de adorar, con un culto grande o pequeño,<br />
a esa misma imagen, obra de manos humanas. Si<br />
el <strong>romanismo</strong> siquiera se hubiese contentado con obedecer<br />
las órdenes de aquel Concilio de Maguncis que en<br />
1549 decretó: "Las imágenes no deben ser puestas en las<br />
Iglesias para ser adoradas y los sacerdotes deben quitar<br />
aquellas imágenes que por credulidad de las gentes se<br />
convierten en milagrosas". . . O aquellas otras enunciadas<br />
por el Concilio de Pasy en 1561: "Las imágenes deben<br />
ser expuestas en los templos para recuerdo de Jesucristo<br />
y sus santos. "<br />
. . O las que dictó el Concilio de<br />
Rúen en 1446 para buen gobierno de Jos fieles, diciendo:<br />
"Condenamos la práctica idolátrica de dirigir oraciones<br />
a las imágenes" . .<br />
Si la Iglesia de Roma hubiese mostrado su buena voluntad<br />
oyendo y obedeciendo estos sanísimos consejos,<br />
aun estaría a tiempo para enmendar su camino tratando<br />
de agradar a Dios.