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El-Sistema-penitenciario-salvadoreño-y-sus-prisiones

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La población reclusa salvadoreña 85<br />

deportivas y recreativas; salas o espacios adecuados para recibir visitas; instalaciones sanitarias<br />

adecuadas; escuela, biblioteca y salas de estudio y talleres y lugares de trabajo adecuados a las<br />

modalidades de cada establecimiento”, entre otras.<br />

Bajo las condiciones actuales en las que funcionan las cárceles salvadoreñas, y con la<br />

tendencia al endurecimiento de penas y leyes, se favorecen procesos de deshumanización<br />

de los internos y constituyen el nicho ideal para la socialización en sentido negativo, pues<br />

existe una interacción y adaptación a las dinámicas criminales dentro de la prisión y existe<br />

una potenciación de conductas desviadas. De acuerdo al Director General de Centros<br />

Penales, Rodil Hernández (2015), la imposición de penas de prisión demasiado prolongadas<br />

provocaría en los reclusos un efecto adverso en su proceso rehabilitador, ya que las personas<br />

experimentarían una desocialización, lo que conllevaría a desestructurar al privado de libertad<br />

como persona. Lo anterior nos obliga a repensar los propósitos de la pena y la eficacia de<br />

la pena privativa de libertad, así como a buscar otros medios que permitan al infractor<br />

restaurar el daño causado y reconciliarse con la comunidad.<br />

Sin embargo, en la opinión pública salvadoreña el tema de las personas en conflicto con<br />

la ley suele despertar altos niveles de rechazo e incluso actitudes y sentimientos de venganza,<br />

lo que tiene raíz en la tradición autoritaria de la sociedad salvadoreña, pero también en el<br />

sufrimiento diario que viven los ciudadanos, principalmente los más pobres, producto del<br />

flagelo de la criminalidad. En este contexto, las acciones que busquen mejorar las condiciones<br />

de la población penitenciaria en el país y a humanizar las cárceles no suelen gozar del<br />

respaldo popular. Pese a ello, desde la perspectiva de los formuladores de la política criminal<br />

y de seguridad, el respeto a los derechos fundamentales de la población privada de libertad<br />

y el acceso a los mecanismos para su rehabilitación y resocialización, son condiciones claves<br />

que coadyuvan a la mayor eficacia de la pena y a reducir los niveles de criminalidad que<br />

enfrenta una sociedad.<br />

Hay heridas muy profundas en nuestra sociedad que requieren de una reconciliación entre la sociedad<br />

y los presos o entre la sociedad y <strong>sus</strong> presos, porque no son “los” presos que a saber de quién son, es<br />

esta sociedad salvadoreña con <strong>sus</strong> presos [….] no hay familia en nuestro país que no tenga un reo en<br />

la cárcel, o muy pocas familias, quizá, no tienen esa situación complicada […] Entonces, significa de<br />

que aquí tenemos muchas personas que ponernos de acuerdo en cómo vamos a abordar este problema…<br />

Hay una persona conocida de un compañero de trabajo nuestro que le decía que había que darle fuego a<br />

las cárceles, y ese es un dicho, mucha gente lo dice sin pensarlo, “aaaah que pase eso, que pase aquello”,<br />

pero fíjese que la persona cambió de mentalidad, cambió el día en que uno de <strong>sus</strong> hijos en una situación<br />

“x” quedó en detención y fue a parar a uno de nuestros centros <strong>penitenciario</strong>s, entonces, hubo un cambio<br />

radical, entonces ese día este compañero mío, que es un poco sarcástico, llegó y le dijo a la señora “mire,<br />

vaya hoy sí démole, estamos haciendo la colecta, con cuánto va a contribuir” y le dijo “¡no! no, no, hijo<br />

mira esto no es así, no todos son malos” (Rodil Hernández, director DGCP).

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