El-Sistema-penitenciario-salvadoreño-y-sus-prisiones
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xivIntroducción<br />
ciudadana por soluciones inmediatas y a la tendencia punitivista que ha predominado entre<br />
los operadores del sistema <strong>penitenciario</strong> y de justicia.<br />
En la actualidad, <strong>El</strong> Salvador exhibe las cifras de privados de libertad más altas de<br />
su historia y una de las mayores tasas de prisionalizacion de las Américas y del mundo.<br />
Entre 2005 y 2015, la población penitenciaria pasó de 12 000 a 31 000 internos, lo que<br />
representa un incremento superior al 150 % en los últimos 15 años, esto sin considerar<br />
los más de 5000 detenidos en bartolinas policiales. En el último quinquenio, la población<br />
privada de libertad superó en más de 20 000 internos su capacidad instalada, lo que da una<br />
idea de los alarmantes niveles de hacinamiento <strong>penitenciario</strong> que tiene el país. Pero esta<br />
tendencia a aumentar el encierro de personas señaladas de cometer un delito, que se dirige<br />
principalmente contra grupos vulnerables y que ha prevalecido en el país durante las últimas<br />
dos décadas, no parece haber disuadido a la criminalidad en el país. En la última década, las<br />
tasas de homicidios y la incidencia de delitos como la extorsión, los robos y las violaciones<br />
sexuales han crecido considerablemente. Entre 2003 y 2014 la tasa de homicidios se duplicó<br />
al pasar de 36 a 62 por cada cien mil habitantes. Las proyecciones del índice de homicidios al<br />
cierre de 2015 no son nada alentadoras, en tanto la espiral de asesinatos ha tenido un notable<br />
incremento. Esto podría llevar a <strong>El</strong> Salvador a exhibir una tasa superior a las 100 muertes<br />
por cada cien mil habitantes, es decir, la más elevada a nivel global. A la luz de estos datos,<br />
es pertinente preguntarnos: ¿<strong>El</strong> aumento de personas privadas de libertad ha reducido la<br />
incidencia delincuencial en el país?, ¿el endurecimiento de leyes y el incremento de penas,<br />
que ha derivado en los altos niveles de encarcelamiento ha tenido un efecto disuasivo entre<br />
los delincuentes? La evidencia empírica nos dice que no.<br />
Bajo las condiciones actuales de hacinamiento y sobrepoblación, las inhumanas<br />
condiciones de habitabilidad y la violación de derechos humanos fundamentales que<br />
enfrenta la gran mayoría de población privada de libertad, la cárcel opera en dirección<br />
contraria al mandato resocializador que establece la Constitución y la Ley Penitenciaria. La<br />
deshumanización y despersonalización que produce en las personas la sobrevivencia bajo<br />
tales condiciones durante años e incluso décadas, limita severamente las posibilidades de<br />
integrarse a la vida en sociedad, y en muchos casos, termina favoreciendo su socialización<br />
criminal. La falta de separación de internos en virtud de los criterios que establece la Ley<br />
Penitenciaria, la segregación por pandillas promovida por el propio sistema <strong>penitenciario</strong><br />
desde hace casi dos décadas, la presencia de complejas y extensas redes de corrupción y<br />
criminalidad organizada que se han gestado a la sombra del propio sistema <strong>penitenciario</strong>, han<br />
favorecido el surgimiento de dinámicas y complejos procesos de criminalización que animan<br />
y conminan a los internos a continuar delinquiendo, incluso con delitos más graves, bajo la<br />
tutela del Estado.<br />
En el caso de las pandillas, el cumplimiento de largas condenas, en situación de elevada<br />
precariedad, abandono y un limitado control externo, bajo un esquema de segregación<br />
institucional en virtud de <strong>sus</strong> identidades pandilleras, ha favorecido su organización criminal<br />
y le ha otorgado a las pandillas un sentido de lucha que va más allá de la mera defensa de <strong>sus</strong>