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El tiempo, la muerte, la memoria
tico-poético», dice Guillermo Sucre, cuyo único absoluto es la sucesión de presentes:
«son solo presencias, están allí, las vivimos, por su fulgor reencontramos el
mundo» .
En la primera poesía de Jara, el sentido mítico de un tiempo primordial pertenece
a la esfera de lo cósmico, símbolo de la radical otredad del universo; infini-
to y circular, el tiempo cósmico es la medida de toda la precariedad y limitación humanas.
Solamente en las islas Galápagos, y en el «cuando sin cuando» de la infancia,
Jara había tentado un reencuentro con la experiencia de un tiempo mítico diferente
del tiempo progresivo de la historia; pero esa experiencia está cerrada sobre
símisma y se revela irrecuperable por la memoria. Después, y sobre todo a partir de
«El almuerzo del solitario», el tiempo es una fuerza corrosiva que se instala en los
seres y los mina desde dentro; en Alguien dispone de su muerte Jara describe ese
tránsito: «porque entonces el tiempo estaba ahí afuera / nos sostenía igual que a la
flor la corriente / o el aire a la majestuosa indolencia del gavilán / pero no devenía
aún con nosotros / no fluía internamente / como el veneno de la víbora / en la san-
gre de la víctima».
En los poemas del último ciclo, la escritura poética se propone como una recuperación
del tiempo de lo vivido, y su reinserción en el presente por la memoria.
«Siempre hay tiempo / para el destiempo de la remembranza», escribe Jara, pues el
des-tiempo de la memoria provoca una reconciliación con lo vivido hasta el extre-
mo de oscurecer el terror ante la muerte. «¡la realidad es presencia!» y la palabra es
la vía para invocar la presencia del mundo en el aquí y ahora del poema. El presen-
te es «vertiginosidad inmóvil en apariencia / como la de la cascada vista de lejos»,
pues lo que predomina en la experiencia poética de los poemas no es la recreación
cronológica y progresiva de una «biografía», sino más bien el acopio de fragüen-
tos, presencias, instantes fulgurantes, entre los que se intercalan «grandes vacíos de
muerte no vivida / porque la memoria extravió su linterna». Solamente el lenguaje
puede configurar una red de palabras que sostiene una realidad que se desvanece y
renueva en cada instante, «siempre hay tiempo / para que en la torpe red / de relám-
pagos de las palabras / se enreden lo inasible y lo vertiginoso». Pero esta recuperación
por la palabra no deja de ser paradójica, dada la naturaleza temporal dellenguaje.
sabía que nosotros
criaturas arrebatadas por lo pasajero
tendríamos que tentar no desvanecemos del todo
acudiendo a lo más fugitivo
las palabras como quien
intenta auyentar al tigre imitando su rugido
Las palabras son «criaturas arrebatadas por lo pasajero», pero también a la
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