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El tiempo, la muerte, la memoria
conferencias con ejecutivos
y gerentes bancarios
desconfianza y prevención de chacal de los accionistas
El poeta se recupera a sí mismo en la naturaleza; el amigo se extravía de sí en
la ciudad; pero en ambos casos es gravitante la dualidad vida natural / vida urbana.
Es significativo que en la evocación de otro amigo, Jara proponga la relación entre
los dos en términos muy similares: «Alfonso y yo nos sentimos afines, porque
padecíamos similar desarraigo mientras vivíamos en Cuenca. La imaginación nos
tiraba para otro lado: a él hacia el agria altura de la cordillera, a los bosques y tierras
de labor de la hacienda de sus padres, a las formas enérgicas y plenas de la vida
campesina; a mí hacia la soledad de las islas. Este atenazante sentimiento de exilio
y la consecuente urgencia evocativa del paraíso perdido, nos entrelazó indisolublemente.»3
La cotidianidad es el espacio en que se articula un juego de tensiones entre
fuerzas discordantes: la constatación de la fugacidad como dato esencial de la condición
humana y los intentos de someterla mediante la intensificación existencial; la
fragmentación del yo sumergido en el tiempo sucesivo, invadido por los otros,
mediatizada su relación armónica con la naturaleza por la interferencia de la técnica,
y las tentativas de restitución de su unidad. En todo caso predomina siempre el
sentimiento de exilio y la nostalgia del paraíso.
La intensificación de la existencia implica vivir a la intemperie, salir de las
moradas familiares, abandonar la seguridad de lo establecido, y asumir el riesgo de
la aventura. Esta actitud existencial es una actitud «poética», en el sentido etimológico
de «creación», y define también la actitud de Jara ante la escritura. Poetizar es
menos expresar el mundo que proponer una forma de inteligibilidad: constituir una
experiencia inédita que amplíe las fronteras de lo dado, practicar aberturas de acceso
a lo otro, a aquello que los hábitos -sobre todo los hábitos de una modernidad
racionalista- han colocado en un más allá inabordable. El conocer en este sentido es
siempre re-conocer, recobrar una experiencia del mundo en su originalidad abierta;
es también volver legible al mundo, y en tanto que legible, «habitable».
3. «Evocación de Alfonso Carrasco». en Cabeza de gallo, No. 3, Cuenca. Universidad de Cuenca, 1993. p. 131.
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