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El tiempo, la muerte, la memoria
La «Balada» es también -y quizás sobre todo- el último intento de funda-
mentar una poética centrada en la confianza de la unidad plena entre el yo y el mun-
do, de soldar los fragmentos de los tiempos en el tiempo circular de las metamorfosis,
y de resistirse a la esencial discontinuidad y desmoronamiento del yo.
El ser retorna al ser. Nada se pierde
La clave poética –y retórica– de la «Balada» es la metamorfosis: la metamorfosis
del ser en los seres se traduce en el poema en las metamorfosis de la palabra
poética, y ambas son manifestaciones del ritmo cósmico. Eternidad, inmovilidad,
identidad, son atributos del ser en un orden que no es el de su existir terreno:
Porque no existen dioses, puros seres sin rastro,
inmóviles diamantes destellando perennes.
Aquí solo hay la sangre sin para qué, ¿hasta cuándo?
(«Poema», 1960)
Fórmula que se repite casi sin variación en otros poemas:
Si tuviésemos siempre conciencia del ahora
fuéramos sin residuo,
igual que dioses:
inmóviles diamantes destellando perennes.
(«Nostalgia del presente», 1969)
Para los seres temporales, la existencia es un perpetuo movimiento por lle-
gar a ser. No hay otra forma de existir que estar-haciéndose: es la evidencia que pro-
claman una y otra vez los versos de la «Balada». Pero el movimiento que conduce a
ese-lIegar-a-ser, el impulso hacia la plenitud, es simultáneamente un incontenible
precipitarse hacia la muerte. En «Confidencias preliminares» Jara escribe: «Como la
fricción del meteoro cuando ingresa en la atmósfera se resuelve en brillo a expen-
sas de la reducción de su volumen, no de otra manera la inserción del ser en el tiem-
po procura, con el acrecentamiento de la aceleración vital, el sentimiento opresivo
de la caducidad» ,33 reflexión que tiene su correlato poético en estos versos de la
«Balada»: «Cobrando oscuridad, como la noche / para el hilván de las constelaciones,
/ se apagaba mi ser, y el mundo ardía».
Hay una fórmula para evadirse de la aniquilación definitiva, o cuando menos
para sustraerse al terror de la nada; esa fórmula consiste en intensificar la existen-
cia y provocar un exceso vital, cuya virtualidad genésica hace posible la transmuta-
ción de cada ser en otro. Esta es la única forma posible de la perduración: insertar
33. Op. cit., p. 15.
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