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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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mano una enorme pluma, y cuando estuvo<br />

cerca, le dijo al oído:<br />

-Calla; necio, calla.<br />

Ya era tar<strong>de</strong>; el rey había anunciado al duque<br />

su nombramiento según hemos visto y le<br />

entregaba el real <strong>de</strong>spacho firmado <strong>de</strong> antemano<br />

a pesar <strong>de</strong> todos los gestos y <strong>de</strong> todos<br />

los movimientos que hacía el gascón.<br />

Tomó el duque <strong>de</strong> Guisa su nombramiento<br />

y <strong>de</strong>sapareció; el car<strong>de</strong>nal le estaba aguardando<br />

a la puerta <strong>de</strong>l real salón, y el duque<br />

<strong>de</strong> Mayena les esperaba a los dos a la puerta<br />

<strong>de</strong>l Louvre. Montaron a caballo sin per<strong>de</strong>r<br />

tiempo, y diez minutos <strong>de</strong>spués se hallaban a<br />

tres leguas <strong>de</strong> París.<br />

El resto <strong>de</strong> la asamblea se fue retirando<br />

poco a poco; unos gritaban: ¡viva el rey!<br />

Otros: ¡viva la Liga!<br />

-Por lo menos -exclamó Enrique riéndose-,<br />

he resuelto un gran problema.<br />

-¡Oh, sí! -murmuró Chicot-, eres un gran<br />

matemático.<br />

-Indudablemente -repuso el rey-; haciendo<br />

dar a todos estos pícaros esos dos gritos

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