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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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En fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber respirado la<br />

esencia <strong>de</strong> un frasquito que sacó <strong>de</strong>l bolsillo,<br />

continuó Diana <strong>de</strong> esta manera:<br />

-Apenas pusimos el pie en tierra, nos ro<strong>de</strong>aron<br />

siete u ocho hombres. Eran criados<br />

<strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, entre los cuales creí conocer a los<br />

que acompañaban nuestra litera cuando fuimos<br />

atacados por los que nos llevaron al castillo<br />

<strong>de</strong> Beaugé.<br />

Un escu<strong>de</strong>ro tenía dos caballos <strong>de</strong>l diestro:<br />

uno <strong>de</strong> ellos era el caballo negro <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, el<br />

otro la hacanea blanca que me estaba <strong>de</strong>stinada.<br />

El con<strong>de</strong> me ayudó a subir en ella, y<br />

cuando me hube colocado en la silla, subió él<br />

también a caballo.<br />

Gertrudis subió a la grupa <strong>de</strong>l caballo <strong>de</strong><br />

un criado.<br />

Tomadas estas disposiciones, partimos a<br />

galope.<br />

Notando que el con<strong>de</strong> había tomado la brida<br />

<strong>de</strong> mi hacanea, le dije que podía excusar<br />

esta precaución, puesto que yo sabía manejar<br />

bastante bien un caballo; pero me contestó<br />

que la hacanea era espantadiza y podría dar<br />

algún bote que me separase <strong>de</strong> él.

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