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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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Apenas entró en su casa Bussy hizo llamar<br />

a su cirujano, el cual reconoció la herida y<br />

dijo que no era peligrosa.<br />

-Decidme -interrogó Bussy-, ¿no ha sido<br />

curada ya esta herida? -¡Pardiez! -dijo el doctor-,<br />

no diría que no, aunque parece bien<br />

fresca.<br />

-Y -agregó Bussy-, ¿es bastante grave para<br />

haberme ocasionado un <strong>de</strong>lirio?<br />

-Ciertamente.<br />

-¡Diablo! -dijo Bussy-; no obstante, esa<br />

tapicería con sus personajes que llevaban<br />

flores y lanzas, ese techo pintado al fresco,<br />

esa cama esculpida, con colgaduras <strong>de</strong> <strong>dama</strong>sco<br />

blanco bordado <strong>de</strong> oro, ese retrato<br />

entre las dos ventanas, esa adorable joven<br />

rubia <strong>de</strong> ojos negros, ese médico que jugaba<br />

a la gallina ciega, a quien he estado para gritar<br />

cerdo, todo eso, ¿no sino efecto <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lirio?<br />

¿Sólo sería verdad mi combate con los<br />

favoritos? ¿Dón<strong>de</strong> he combatido con ellos?<br />

¡Ah! sí, eso es; junto a la plaza <strong>de</strong> la Bastilla,<br />

hacia la calle <strong>de</strong> San Pablo. Me arrimé a una<br />

pared, esta pared era una puerta, y esta<br />

puerta cedió felizmente. <strong>La</strong> cerré con gran

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