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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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<strong>de</strong>s, iba a concluir aquel acci<strong>de</strong>nte con unas<br />

cuantas estocadas, <strong>de</strong> que no hubiera salido<br />

muy bien librado el dueño <strong>de</strong> la Hermosa Estrella,<br />

cuando sintió Chicot que le pellizcaban<br />

en el codo, y se volvió precipitadamente.<br />

El que le pellizcaba era el rey, disfrazado<br />

<strong>de</strong> simple ciudadano; iba acompañado <strong>de</strong><br />

Quelus y Maugiron, disfrazados como él, y<br />

a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la tizona llevaba cada uno un<br />

buen arcabuz al hombro.<br />

-¿Qué es eso? -dijo el rey-; los buenos católicos<br />

no <strong>de</strong>ben disputar entre sí, porque,<br />

vive Dios, que es dar muy mal ejemplo.<br />

-Caballero -repuso Chicot, como si no<br />

hubiese conocido a Enrique-, <strong>de</strong>cidid <strong>de</strong> qué<br />

parte está la razón; ese tunante da voces a<br />

los que pasan para que firmen en su registro,<br />

y luego que han firmado mete todavía más<br />

ruido.<br />

Llamaron la atención <strong>de</strong> <strong>La</strong> Huriére otros<br />

nuevos aficionados, al mismo tiempo que una<br />

oleada separó a Chicot, al rey y a sus acompañantes<br />

<strong>de</strong>l fanático hostelero, empujándoles<br />

hasta el escalón <strong>de</strong> una puerta<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se dominaba toda la calle.

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