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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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a pesar <strong>de</strong>l horroroso tiempo <strong>de</strong> hielo y nieve,<br />

tiritando primero, pero calentados <strong>de</strong>spués<br />

por los golpes furiosos que repartía Chicot a<br />

los que tenían la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> hallarse al alcance<br />

<strong>de</strong> sus disciplinas.<br />

D'O se había confesado vencido y situado<br />

en la fila a cincuenta pasos <strong>de</strong> Chicot.<br />

A las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> terminó la lúgubre<br />

procesión; los conventos recibieron gran<strong>de</strong>s<br />

limosnas; todos los personajes <strong>de</strong> la Corte<br />

tenían los pies hinchados y <strong>de</strong>solladas las espaldas;<br />

la reina se presentó en público con<br />

una enorme camisa <strong>de</strong> tela gruesa, y el rey<br />

con un rosario <strong>de</strong> calaveras. Hubo lágrimas,<br />

gritos, oraciones, incienso y cánticos.<br />

El día, como se ve, había sido bueno.<br />

Efectivamente, todos habían sufrido el frío<br />

y los disciplinazos por complacer al rey, sin<br />

que nadie hubiera podido adivinar por qué<br />

este príncipe, que tanto había bailado la antevíspera,<br />

se maceraba las carnes dos días<br />

<strong>de</strong>spués.<br />

Los hugonotes, los <strong>de</strong> la Liga y los libertinos<br />

miraron riéndose la procesión <strong>de</strong> los disciplinantes,<br />

diciendo, con el tono <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio

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