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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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Y Antraguet no tan sólo paraba los golpes<br />

que se le dirigían, sino que cuando se veía<br />

estrechado muy <strong>de</strong> cerca, hendía con su espada<br />

<strong>de</strong> hoja española el casco <strong>de</strong> éste, el<br />

coleto <strong>de</strong> aquél, y algunas veces, escogiendo<br />

la víctima aturdía <strong>de</strong> un golpe <strong>de</strong> plano al<br />

guerrero impru<strong>de</strong>nte que se lanzaba en medio<br />

<strong>de</strong> la pelea sin llevar en la cabeza más<br />

que el simple gorro <strong>de</strong> lana.<br />

Los paisanos agolpándose sin or<strong>de</strong>n contra<br />

Antraguet tiraban golpes a todos lados estropeándose<br />

los unos a los otros; pero luego<br />

volvían a la carga, y como los soldados <strong>de</strong><br />

Cadmo parecía que salían <strong>de</strong> la tierra.<br />

Antraguet notó que le iban faltando las<br />

fuerzas.<br />

-Vamos -dijo, viendo que las filas <strong>de</strong> paisanos<br />

se iban haciendo cada vez más compactas-,<br />

ya veo que sois valientes como leones<br />

y <strong>de</strong> ello daré testimonio. Pero ya no os<br />

quedan más que los mangos <strong>de</strong> vuestras alabardas,<br />

y no sabéis cargar los mosquetes.<br />

Había <strong>de</strong>cidido entrar en la ciudad, pero ignoraba<br />

que estuviese guardada por un ejército<br />

<strong>de</strong> Césares; renuncio a venceros: buenas tar-

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