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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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Chicot estaba oculto <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una roca y<br />

continuaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí sus señales y sus amenazas.<br />

Esta precaución hizo compren<strong>de</strong>r al fraile<br />

que había algún secreto grave por medio.<br />

Miró por el camino a<strong>de</strong>lante, y a quinientos<br />

pasos vio a tres hombres que caminaban<br />

tranquilamente en sus mulas.<br />

A la primera ojeada conoció a los viajeros<br />

que habían salido aquella mañana <strong>de</strong> París<br />

por la puerta <strong>de</strong> Bor<strong>de</strong>lle y a quienes Chicot<br />

había espiado escondido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un árbol.<br />

Chicot aguardó en la misma postura a que<br />

se perdiesen <strong>de</strong> vista los tres hombres, y<br />

<strong>de</strong>spués se reunió con su compañero <strong>de</strong> viaje,<br />

que se hallaba sentado en el mismo sitio<br />

en que se había caído, teniendo la brida <strong>de</strong><br />

Panurgo con las dos manos.<br />

-¿Qué es esto? -exclamó Gorenflot, que<br />

comenzaba a per<strong>de</strong>r la paciencia-. Explicadme,<br />

si os place, M. Chicot, qué es lo que<br />

hacemos; hace poco corríamos a galope tendido<br />

y ahora nos <strong>de</strong>tenemos <strong>de</strong> repente.<br />

-Querido amigo -dijo Chicot-, esto es, que<br />

quería saber si vuestro asno es dé buena cas-

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