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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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Una i<strong>de</strong>a mantenía su valor; pensaba interrogar<br />

al centinela o a los centinelas, y para<br />

ello estaba resuelto a ir <strong>de</strong> puerta en puerta<br />

si fuese necesario, con el objeto <strong>de</strong> saber por<br />

cuál <strong>de</strong> ellas había entrado un hombre con<br />

dos caballos: prometíase que a fuerza <strong>de</strong> oro<br />

lograría saber quién era aquel hombre, y entonces,<br />

quienquiera que fuese, pensaba<br />

hacerle pagar su <strong>de</strong>uda tar<strong>de</strong> o temprano.<br />

Preguntó, pues, al centinela, pero éste<br />

acababa <strong>de</strong> entrar <strong>de</strong> relevo y no sabía nada.<br />

Pasó al cuerpo <strong>de</strong> guardia y se informó; el<br />

miliciano que acababa <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> centinela<br />

díjole que hacía dos horas, poco más o menos,<br />

había visto entrar un caballo solo y sin<br />

jinete, el cual había tomado el camino <strong>de</strong>l<br />

palacio, y que entonces se había figurado que<br />

habiendo ocurrido una <strong>de</strong>sgracia al jinete, el<br />

inteligente animal se volvía solo a s-u casa.<br />

<strong>Monsoreau</strong> se dio una palmada en la frente:<br />

estaba escrito que no sabría nada.<br />

Entonces se dirigió al palacio ducal.<br />

Allí todo era animación, bullicio y gresca;<br />

las ventanas brillaban como soles, y las cocinas<br />

resplan<strong>de</strong>cían como hornos encendidos,

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