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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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-Dentro <strong>de</strong> dos horas, señor mío -repuso<br />

Bussy,-, me juzgaréis como yo <strong>de</strong>seo ser juzgado<br />

por vos.<br />

Los viajeros entraron en París por el arrabal<br />

<strong>de</strong> San Marcelo, eterna entrada, cuya preferencia<br />

en aquella época se explica por la<br />

circunstancia <strong>de</strong> ser aquel barrio el que más<br />

parisiense parecía, por sus muchas iglesias,<br />

sus millares <strong>de</strong> casas pintorescas y sus puentecillos<br />

sobre cloacas, si bien actualmente es<br />

uno <strong>de</strong> los más feos <strong>de</strong> París.<br />

-¿Adón<strong>de</strong> vamos? -dijo el barón-, ¿al<br />

Louvre?<br />

-Antes <strong>de</strong>bo llevaros a mi casa para que<br />

<strong>de</strong>scanséis un instante, toméis alguna cosa y<br />

os pongáis en estado <strong>de</strong> ver como conviene a<br />

la persona ante quien voy a presentaros.<br />

El barón <strong>de</strong>jó a Bussy que hiciese lo que<br />

quisiese y éste le llevó a su palacio <strong>de</strong> la calle<br />

<strong>de</strong> Grenelle-SaintHonoré.<br />

Los criados <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> no le esperaban tan<br />

pronto o, mejor dicho, no lo esperaban en<br />

modo alguno: cuando salió <strong>de</strong> su casa nadie<br />

le había visto sino Remigio el Hauduin, pues<br />

había entrado en ella por una puerta excusa-

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