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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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El hermano portero y el frailecillo pasaron<br />

a cuatro pasos <strong>de</strong> allí y por la labrada celosía<br />

pudo Chicot ver reflejarse en sus hábitos la<br />

luz <strong>de</strong>l cirio que les alumbraba.<br />

-¡Qué diablo! -dijo entre sí-, este hermano<br />

portero, este monaguillo y esos frailes no se<br />

han <strong>de</strong> quedar eternamente en la iglesia;<br />

cuando se marchen yo pondré las sillas sobre<br />

los bancos. Pelión sobre Osa, como dice M.<br />

Ronsard, y saldré por la ventana. ¡Ah! sí, por<br />

la ventana -agregó como respondiéndose a sí<br />

mismo-, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber salido por la<br />

ventana me hallaré en el patio, y el patio no<br />

es la calle.<br />

Pienso que será mejor pasar la noche en el<br />

confesionario; el hábito <strong>de</strong> Gorenflot abriga<br />

bastante; será una noche menos pagana que<br />

las que he pasado otras veces y la aplicaré<br />

por la salud <strong>de</strong> mi alma.<br />

-Apagad las lámparas -dijo el monaguillo-,<br />

para que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera se vea que se ha terminado<br />

el conciliábulo.<br />

El portero tomó un inmenso apagador y<br />

ahogó con él la llama <strong>de</strong> las dos lámparas <strong>de</strong><br />

la nave, la cual quedó en fúnebre obscuridad.

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