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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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Así la gran trinidad <strong>de</strong> la época, Dios, el<br />

rey y las <strong>dama</strong>s, se hallaba representada.<br />

El contento <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> Angers<br />

llegó a su colmo cuando una mañana vieron<br />

entrar en magnífica procesión veintidós caballos<br />

<strong>de</strong> mano, treinta caballos <strong>de</strong> tiro, y cuarenta<br />

mulas que con los carros, literas y furgones,<br />

constituían el equipaje <strong>de</strong>l señor duque<br />

<strong>de</strong> Anjou.<br />

Todo aquello llegaba como por encanto <strong>de</strong><br />

Tours por la módica cantidad <strong>de</strong> cincuenta mil<br />

escudos que el duque <strong>de</strong> Anjou había <strong>de</strong>dicado<br />

a este uso.<br />

Debemos <strong>de</strong>cir que si bien los caballos se<br />

hallaban ensillados, se <strong>de</strong>bía el importe <strong>de</strong> las<br />

sillas a los guarnicioneros: que si bien los cofres<br />

tenían magníficas cerraduras y llaves,<br />

estaban vacíos, lo cual es un elogio para el<br />

príncipe, pues que podía llenarlos imponiendo<br />

más tributos; pero el tomar no le agradaba al<br />

príncipe, el cual prefería sustraer.<br />

<strong>La</strong> entrada <strong>de</strong> esta procesión produjo efecto<br />

en Angers.<br />

Los caballos pasaron a las caballerizas y<br />

los carros a las cocheras. Los cofres fueron

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