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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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Había también otro inconveniente, y era<br />

que el tesorero <strong>de</strong> Santa Genoveva, como<br />

administrador celoso, no <strong>de</strong>jaría a París sin<br />

limosnero; Gorenflot corría, pues, el riesgo <strong>de</strong><br />

hallarse cara a cara con un nuevo colega, que<br />

tendría sobre él la superioridad <strong>de</strong> estar en el<br />

ejercicio legítimo <strong>de</strong> sus funciones.<br />

Esta i<strong>de</strong>a le hizo estremecer, y ciertamente<br />

había motivo para ello.<br />

Aquí llegaba en su monólogo y en sus meditaciones,<br />

cuando vio asomar a lo lejos, bajo<br />

el arco <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> Bor<strong>de</strong>lle, un caballero<br />

que con el galope <strong>de</strong> su caballo hizo retemblar<br />

la bóveda.<br />

Aquel hombre echó pie a tierra al llegar a<br />

una casa situada a cien pasos próximamente<br />

<strong>de</strong>l paraje don<strong>de</strong> se hallaba Gorenflot; llamó<br />

a la puerta, le abrieron, y caballo y cabalgadura<br />

penetraron en lo interior.<br />

Gorenflot observó esta circunstancia porque<br />

envidiaba la dicha <strong>de</strong>l caballero, que tenía<br />

caballo, y por lo tanto podía ven<strong>de</strong>rlo.<br />

Pero al cabo <strong>de</strong> un instante el caballero,<br />

que por la capa conoció Gorenflot ser el mismo<br />

que acababa <strong>de</strong> entrar, salió <strong>de</strong> la casa y

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